“¿Qué presidente del mundo puede gobernar a un país pensando que sus Fuerzas Armadas son su enemigo?”, se pregunta el autor de Los cárteles no existen (Malpaso Editorial), uno de los libros más vendidos el año pasado. Oswaldo Zavala sacó en un principio Tierras de nadie, un antecedente de este libro, de un pensador del Norte y de nuestra violencia.
Ciudad de México, 17 de marzo (MaremotoM).-A Oswaldo Zavala ya lo conocíamos por su libro Tierras de nadie, una compilación por medio de la cual varios autores buscaban delinear la creatividad literaria de una de las zonas más violentas del México contemporáneo, el Norte de nuestro país.
“Quisimos reflexionar sobre esa etiqueta llamada literatura del norte y que con un afán totalmente mercantilista consolidó a una serie de autores que al parecer compartían un proyecto estético. Lo que quisimos es desarticular esa categoría, porque que un autor haya nacido en el norte de ningún modo lo autoriza más que a otro autor a hablar sobre determinados temas como el narcotráfico o el desierto”, decía por entonces el autor, por nosotros entrevistado.
Analizando la obra de importantes escritores norteños como Daniel Sada, Eduardo Antonio Parra, David Toscana y Luis Humberto Crosthwaite, entre otros, los ensayistas de Tierras de nadie pretenden demostrar que lo que algunos medios periodísticos se apresuran a definir como “narcoliteratura”, se trata en realidad de un conjunto de obras que reproduce la lógica del poder en torno al crimen organizado.
“Hay una narrativa construida por el Estado mexicano y que nos dice que el narcotráfico supera a las autoridades, que está conformado por organizaciones criminales que no sólo compiten con el gobierno sino que también lo superan. Esta lógica busca eximir a los responsables de cuidar el orden y brindar justicia de su responsabilidad. Si el crimen está por fuera, el Estado entonces se pone del lado correcto, provocando un asunto de buenos y malos”, explica Zavala.

Para el joven crítico literario, libros como El más buscado, de Alejandro Almazán, una biografía novelada del Chapo Guzmán, “proponen la exaltación de figuras míticas que en realidad resultan invenciones del poder, son objetos cuya principal función es confirmar esta distancia que el Estado pretende poner con el crimen organizado. Esa novela de Almazán lo que hace es decirnos lo que Calderón quiere que digamos del Chapo”, agrega.
En dicho contexto, para Zavala es importante reconocer que “en México el narcotráfico jamás ha desafiado al Estado. Eso es una colombianización que nos quiere vender el gobierno de Felipe Calderón, pero lo cierto es que en nuestro país no ha existido un Pablo Escobar y pensar que el Estado no interviene en el tema del narco es subestimar a la clase política nacional”, afirma.
Hoy, Oswaldo Zavala ha llevado su pensamiento mucho más allá de un mero análisis, al sacar Los cárteles no existen (Malpaso Editorial), uno de los libros más vendidos del año pasado.
“En este libro, a caballo entre el ensayo político y la crítica cultural, Oswaldo Zavala demuele, con asombrosa lucidez, la mitología construida alrededor del narcotráfico y se atreve a observar de otro modo el complejo fenómeno del tráfico de drogas. Los cárteles, tal y como nos los han querido vender, no existen. Existen las estrategias políticas que inventaron la idea de los cárteles. Existe el tráfico de drogas, pero fuertemente controlado por instituciones oficiales. Existe la violencia, pero en buena medida perpetrada por el mismo Estado que debería protegernos”, es como presenta Malpaso a este enorme trabajo.
–Tú dices que los narcotraficantes no existen
–Yo digo que los cárteles no existen, es distinto. No es lo mismo. Yo no dudo de la existencia del tráfico de droga ni de esos actores que dificulten la gobernabilidad, pero mi principal argumento del libro es que esto que llamamos cártel y de la narrativa que acompaña es un narrativa muy estandarizada para explicar la violencia del país. Que ha utilizado nuestro gobierno y se ha construido desde instituciones oficiales para justificar la enorme violencia que estamos viviendo. Lo que muestro en el libro es que este discurso que tiene su origen en los Estados Unidos ha construido este Estado policial, que en lugar de pensar en la pobreza, en la injusticia social, en la violencia de género y de corrupción, se enfoca en esta narrativa de emergencia de realidad nacional. El uso de esa ficción ha logrado muchas cosas tanto en los Estados Unidos como en México y en todo el continente.
–Desde los Estados Unidos sobre todo porque entran 20 mil armas al día
–Claro. Y es el país más consumidor de drogas. La guerra es más rentable.
–La guerra empezó con Felipe Calderón
–Sí y no había ninguna alarma nacional de homicidios, en realidad el país no estaba en ningún tipo de borde. En el 2007, cuando empieza la guerra, es el año menos violento de la historia contemporánea. El índice de homicidios está descendiendo y sólo aumenta con la llegada de los militares a las ciudades.
–También es cierto que los Zetas son producto de las Fuerzas Armadas
–Sí y porque hay una mitología alrededor de los zetas. En qué punto estos militares con alto entrenamiento, ingresan en la clandestinidad. Los Zetas, es lo que Ernesto Laclau, llama el “significante vacío”, un concepto que no tiene contenido. Hablar de Zetas es hablar de un narco en el abstracto. Los Zetas se extrapolan por todas partes. Esto que llamamos Narco es un comodín.
–En este momento la violencia ha alcanzado un nivel tremendo y Andrés Manuel López Obrador ha respondido con militarización
–Así como nos impresiona la enorme violencia sufrida, tenemos la ansiedad de una explicación rápida a la mano y queremos que el Presidente, que apenas tiene tres meses de gobierno, nos dé una solución rápida. AMLO viene de un proyecto político que ha sido asediado en los últimos diez años. La cuestión de la Guardia Nacional ha sido cuestionada por ese mismo sector de aristocracia de derecha y también por ciertos críticos de la izquierda que con razón se preguntan qué significa la Guardia Nacional. Hay algunas razones para ser optimistas. Por ejemplo, el Plan de Seguridad es dejar de pensar en el narcotráfico como un tema de Seguridad Nacional, que es la narrativa estadounidense, pensarlo como tema de Salud Pública. Eso no es poca cosa. No es lo mismo tener a un soldado en la calle que piensa que el espacio está criminalizado a priori. Tenemos que dejar de pensar que un campesino que planta y cosecha marihuana en nuestro triángulo dorado es un delincuente que merece la muerte. O que un pandillero que a falta de trabajo roba un coche merece ser ejecutado extrajudicialmente. Las adicciones no son un problema de maldad, el tema de la pobreza y la precariedad en la que vive la mitad del país. El segundo tema que me parece crucial en el Plan de Seguridad es el tema de la amnistía, que se ha tergiversado, sobre todo desde la derecha, como el gran perdón a los capos. Lo que plantea la amnistía es el perdón a quienes no han cometido delitos graves, ni asesinatos ni secuestros. Si con estas reformas construyes una guardia nueva, con gente que no está entrenada en los códigos viejos, que no piensa que hay una licencia para matar a la gente, creo que llegamos a un cuerpo que no está pensado como una máquina de guerra contra la población. Es importante porque después de 12 años de impunidad militar, creo que AMLO está haciendo un proceso gradual de desmontaje de ese poder. No lo puede hacer de tajo y además qué presidente del mundo puede gobernar a un país pensando que sus Fuerzas Armadas son su enemigo.