Fotos: Ceci Salas, para Silencio
Buenos Aires, 15 de enero (MaremotoM).- En su infancia, Benito Cerati no anhelaba tener una colección amplia de juguetes, sino una discografía propia. “Cuando era chico, lo que quería era tener discos, muchos. Era como mi fantasía y me sigue pasando”, explica ahora en su vida adulta, sobre una intención manifiesta desde temprano en convertir a la música en un vehículo de expresión necesario con tantas herramientas al alcance de su mano. Y lo que comenzó como un juego con un teclado Casiotone se materializó a sus cinco años, cuando grabó su primer disco, Cohete, que circuló por su entorno familiar. A la edad en que muchos niños fantasean con viajar a las estrellas, él ya había creado su propio dispositivo para hacerlo, o al menos intentarlo.
Tras participar como coautor en algunas canciones de Ahí vamos y Fuerza natural, Benito Cerati comenzó el lento periplo de un proyecto propio. En el camino, la propuesta tuvo varias formas y nomenclaturas (primero Entre-Paréntesis, luego Blank Tiger) hasta llegar a Zero Kill. Sin la necesidad de tener que poner su nombre al servicio de su obra, la banda tuvo un carreteo lento y etéreo con Trip Tour (2013) y tomó una forma más concreta con Alien Head, en 2016. En simultáneo a su crecimiento artístico, Benito tuvo que aprender a lidiar (a veces con gracia, otras con un enfado notable) con una marea de comentarios en las redes sociales en alusión a su apellido.
Todo ese proceso decantó en Unisex, el tercer disco de Zero Kill. Con una banda estable y un cancionero afilado, Benito Cerati pudo dar con un concepto de identidad que cobra sentido tanto hacia afuera como hacia adentro. “Hay dos cosas que quería decir con el disco. La primera es esta cosa de intentar ser cada vez más uno mismo, que nunca se termina. Es un desafío que uno tiene que plantearse, sacarse pesos de encima que no dañan a nadie más que a uno mismo”, explica sobre el eje del álbum. “Y después tiene que ver con la liberación en general. Obviamente hay muchos procesos si hablamos de género y sexualidad. Cuando se es disidente a la norma, uno pasa por momentos de que si algo es distinto está bien o mal, y quise reflejar eso en los videos: ‘Could’ve Been”, es la previa, el imaginarse ser otra persona más que lo que querés ser vos; ‘#AttentionWhore’ es la persona que encuentra cómo liberarse, y ‘Siglos’ es el post, donde cada uno es como es”, completa.
–¿Piensas que todo este recorrido de Zero Kill también fue una liberación para ti? No hay un patrón que se repita a lo largo de los tres discos.
–En realidad lo que me pasa es que mis gustos son muy amplios. Si voy a hacer un disco, tiene que ser totalmente distinto al anterior. No quiero repetirme ni en cómo promocionarlo; siempre tiene que ser de una manera distinta. Lo que hago es ponerme limitaciones: ahora voy a hacer un disco. ¿En qué quiero focalizarme? En este fueron el grunge y los distintos géneros de rock alternativo de los 90, y antes era más electrónica europea. Me limité a escuchar discos de ese tipo de artistas mientras hacía las canciones.
–¿Es un ejercicio de estilo?
–Es la creación de un mundo. Creo que para crear un mundo tienes que saber lo que no es parte de él. No es setearme en un género sino en distintas cosas de distintos géneros, tomar qué de eso me gusta, agarrar la licuadora y hacer el universo que en este caso fue Unisex.
–¿Sos igual de estudioso con la música en tiempo presente?
–Sí, pero soy muy historia, entonces me gusta reflotar cosas viejas y darle un toque mío. Creo que todo confluye en base a lo que ya existe, entonces decir que creaste algo de la nada queda rarísimo. A mí me gusta decir qué me influye porque todos lo hacemos con algo que ya existe, y te digo “tomo mucho de esto”, pero no es que estoy haciendo exactamente eso. Tengo otro contexto social e histórico, entonces nunca es igual, siempre es distinto. Lo actual siempre influye. Hay gente y bandas que son específicamente revival de algo que ya existe, pero lo mío es agarrar eso y llevarlo a algo moderno para verlo en otro luz.
–¿Y a qué responde que el inglés sea un idioma que aparece esporádicamente, en temas puntuales? ¿Es un recurso sonoro o uno discursivo?
–En principio fue porque sé hablar en inglés y si tengo una herramienta, la voy a usar. Como saber tocar dos instrumentos y querer usar los dos, no era mucho más que eso. Pero en este disco era distinto. Al ser unisex, el inglés tiene una ventaja ahí, que es que es generalmente neutro, las cosas por lo general no están divididas en femenino y masculino. Entonces me parecía hasta como oportuno, teniendo en cuenta que es un idioma bastante unisex. También está toda esta cosa sonora de que el castellano es más agresivo, mientras que el inglés es mucho más soft, entonces para las baladas o las cosas más lentas me es más fácil el inglés, y para las canciones más aguerridas y rockeras me es más fácil el castellano.
–Militas el disco como concepto y soporte en un tiempo en el que la tendencia está en los singles. ¿Tienes idea de dónde viene esa fijación?
–Toda mi vida la música fue un momento medio mántrico en el que me relajo y a mí me gusta escuchar discos que duren. Hay algo en la crítica de la música en la que a los discos largos se los bardea por su duración y yo no entiendo cuál es el problema. Me gusta el artista, hay más canciones, ¿por qué me vendría a quejar de eso? Tampoco tengo que estar escuchándolo de un tirón. También me permite jugar con el concepto, que haya una cohesión entre los temas, que tiren para un lado y los videos acompañen. Eso se logra con tiempo y con poder sumergirte en eso. Con un single de tres minutos no me sumerjo, una vez que empezó, ya terminó. ¿Cuántas veces puedo analizar un tema de Ariana Grande? No es por desmerecer, pero te saca un tema por semana y es todo distinto. ¿Qué es lo que me quiere decir? No me puedo sumergir en un mundo si me estás mostrando ochenta mundos superfluos por semana. Ahí es donde siento que la música se está aggiornando a la vida express que tenemos, que es todo ahora, ya, y la música siempre representó lo contrario para mí.

–Te tocó crecer en público por partida doble, tanto de manera personal como artística. ¿Cómo crees que atravesaste ese proceso?
–Creo que cada disco representa una etapa distinta de mi vida y en cada una me encontré con herramientas distintas. Siempre que quiero hacer un disco es porque me encontré ante una bisagra y quiero volcarla en música porque cada vez tengo más herramientas. Que a este disco le haya ido mejor que a los otros es también porque está más focalizado. Es el primer disco en el que todo lo que pensé lo volqué en la realidad: todo está en lo audiovisual, en los shows, en mi relación con la banda qué aportó cada cosa, ir a buscar el “quiero esto”. Antes esas cosas me habían quedado truncas y esta vez fue lo más cercano a eso. Que esta sea la primera vez que termino una gira habla de una evolución.
–También estás mucho más presente en cómo te vinculas con tu obra. Llegaste a decir que te metieron en un circuito medio de prepo.
–Es que antes ni yo sabía qué quería y era “Bueno, el pibe no dice nada, vamos a meterlo en algún lugar”. Al principio me enojaba y decía “Por qué me ponen acá si esto no es lo que quiero”, y claro, si no digo lo que quiero no lo van a saber. Ahora llegué a un momento en el que no solo sé lo que quiero sino que además no quiero que nadie se meta conmigo y me diga qué hacer. Es un proceso lógico del crecimiento, y después te vueves a abrir y entiendes lo que es el trabajo en grupo. Cuando arranqué, llenaba lugares, pero no venían por mi música, era gente mirona. Ahora toco en lugares más chicos, pero la gente es la posta. Antes era medio un marciano, un bufón que tenía que divertir a los demás. El segundo disco actuó medio de colador y creo que con este disco se empezó a crear la base sólida de gente que acompaña y sigue.
–Tuviste un momento en que decidiste alejarte de la música. ¿Qué pasó?
–Fue una cuestión de salud. Me había agarrado mi primer ataque epiléptico justo antes de presentar el segundo disco y me asusté un montonazo. No sabía si podía seguir ese ritmo porque tenía un montón de cosas anotadas por delante, un montón de promo, y estaba asustado porque no sabía qué me estaba pasando ni qué formas de cuidarme tenía que empezar a llevar, así que decidí parar. También me estaba pasando que tocar en vivo no me daba satisfacción, sentía que no necesitaba agradar a la gente por ese lado; tenía que replantearme si lo que quería era seguir tocando en vivo y poner mi cara. En un momento hasta flasheé “Por ahí lo que quiero es ser productor y ya”, estar detrás de las cortinas tipo Gorillaz. No descarto esa idea en el futuro, pero lo que descubrí con Unisex es cómo usar mi imagen para decir ciertas cosas que no tenían que ver conmigo sino con algo más grande. Ahí encontré una forma de exponerme que me parecía correcta.
–¿Fue el mismo período en que empezaste a responder a quienes te bardeaban en Twitter?
–Sí, creo que es algo medio inevitable, igual. Antes existían y me los fumaba, lo que pasó es que no me los quise fumar más. Creo que tenía que pasar por una etapa contestataria para mandar todo a la mierda y también para que la gente supiera qué me pasa. Lo que quería con Unisex era humanizar mi música, humanizar los shows y humanizarme a mí también. Decir que no me afecta es bullshit: sí me afecta y voy a mostrar cómo me afecta. Porque yo quería ser un igual con la gente que viene a verme: a mí me gusta estar arriba del escenario, pero también abajo, y eso hago con la gente. El que viene a vernos sabe que va a encontrar ese mensaje de ser un par y no que lo miren desde arriba. Toda esa apertura al mundo del trolleo tiene que ver con eso también.
–En otro momento hubiera sido impensado que decidieras ser parte de la gira homenaje a Soda Stereo. ¿Cuándo sentís que fue que dejaste de acusar el peso de ser “el hijo de”?
–Fue hace muy poquito, porque hasta hace nada estaba cansado de que me rompan las pelotas. Creo que se fue dando con la experiencia, el fortalecimiento de uno mismo. Tengo la chance, me gusta, me hace feliz y lo comparto porque siento que eso es expansivo. Estoy ahí solo por amor y homenaje, no hay otra intención que esa. También tiene que ver con estar uno más tranquilo con su vida y no estar batallando con ciertos demonios. Ellos tienen todo el derecho del mundo a tocar sus temas, son suyos y es parte de su historia. Yo estoy muy cómodo con lo que hice: pude tocar en lugares re lindos, tuvimos una nominación a los Gardel, estoy bien conmigo y me permito hacer esas cosas. No es porque antes no quisiera, sino porque me debía hacer unas cosas yo primero.
–Además como provocación está buenísima.
–Obvio, que no puedan evitar verme. Me encanta. Y si no venís, que lo pasen por la tele, así lo ves igual (se ríe).
–Dentro de esa diversidad a la que apunta el concepto de Unisex, ¿piensas que hay un denominador común en los seguidores de Zero Kill?
–Me acuerdo de una vez que tocamos en un personal Fest, abrimos para Tan Biónica. Había un mar de gente, pero todos habían ido a verlos a ellos, así que nos recibimos un nivel de abucheo gigante. No entendí esa impaciencia y ese maltrato. Pensaba “si llego a tener esos fans, me muero”, así que me propuse no tener ese tipo de gente. Por suerte me tocó otra muy distinta, que sigue también a todos los que están alrededor mío: los músicos con los que colaboré y también los proyectos de los otros miembros de la banda. Es re lindo, me agrada y no sé si se ve tan seguido, porque están en todas. Se dio todo lo contrario a lo que yo no quería que se diera y me parece genial.
Fuente: Silencio. Original aquí.