Un documental jugoso, abundante en anécdotas, maldades, arreglos de cuentas que muestra a San Pascualito Rey antes de perderse en una crisis de identidad y frustración creativa
Ciudad de México, 14 de noviembre (MaremotoM).- Canción que quema desconcertó por igual a dos públicos no necesariamente extremos: el admirador de San Pascualito Rey, grupo de rock que debe su nombre al santo Pascual venerado en Chiapas y parte de Guatemala y en general al admirador de los documentales musicales.
Los primeros manifiestan su perplejidad ante el hecho de que Yulene Olaizola, Rubén Imaz y Luis Flores Rábago lograron contar la crónica del proceso de grabación de “Todo nos trajo hasta aquí”, uno de los discos indiscutibles de la agrupación. Los segundos no acaban de entender, o de aceptar, que un grupo emparentado con músicos como Javier Corcobado, La Lupita, La Castañeda o Santa Sabina no dejó de ser la eterna promesa de la escena de rock mexicana.
Todo nos trajo hasta hoy, el disco de cuyo proceso de grabación fue extraído Canción que quema, fue una placa experimental que mezcló ecos de la música mexicana con blues y rock y significó el momento de madurez de SPR. Un disco cumbre en la carrera de la banda.
Olaizola, Imaz y Flores Rábago, decidieron comenzar la crónica In extremis, arrancan directamente por el final y devuelven al espectador al principio de la narración antes de que pueda saborear las letras de los créditos.
El compromiso con el público fue entonces más difícil de cumplir, pues se trata de humanizar la fantasía, de hacer palpable —próximo a los fans— el proceso creativo del grupo, sin que este perdiera su encanto y sin despojarlo de su elevada temperatura.

Canción que quema tiene episodios tan fantásticos como los que retratan la polaridad entre el proceso para construir el disco y el último concierto del grupo —con la alineación de Pascual Reyes, Juan Morales, Luca Ortega y Alex Otaola— en el desaparecido El Plaza Condesa. Sin embargo, este episodio tan significativo en la vida de la agrupación fue fusionado de manera tan sabia con los elementos de la realidad —fricciones, desencantos, discusiones, malos entendidos, altercados— que en su esencia natural pasó inadvertida.
La historia de Canción que quema, a la vista de la crisis de los músicos, podría alumbrar uno —entre muchos otros ejemplos— de los geniales relatos cortos sobre fracturas entre musicos mexicanos. Un relato sobre nombres, coincidencias y fatalidades. Pero no hay, en principio, relación causal entre el disco de SPR y la posterior agonía, en el sentido literal de la palabra, de la agrupación.
En efecto, muchas de las fuentes que participan en el documental, incluyendo a los músicos, aseguran —en mayor o menor medida— que el experimental y brillante disco de los creadores de Animanecia fue un éxito musical y el acontecimiento más importante de la música rockera mexicana en 2017.
Realizado en un ambiente insólito y mezclando de manera magistral lo personal con el proceso musical, hasta el extremo de que en muchos casos no es posible saber dónde termina lo uno y comienza lo otro. Por ejemplo: el accidente de 2006, en el que Juan Morales resultó con heridas graves y estuvo a punto de perder el brazo, es un acontecimiento enteramente personal. Pero si la mayor preocupación de Morales es volver a tocar, más allá de conservar el brazo para realizar cualquier otra actividad, resulta enteramente profesional, así como en lo sucesivo baste con honrar la buena fortuna que corrió con un choque de cabezas con Pascual Reyes durante los conciertos.
Otro ejemplo: la escena en el estudio de grabación donde Juan Morales y Luca Ortega están casi dormidos con sus instrumentos en las manos y la voz en off de Camilo Froideval, el productor del disco, diciendo “la gente cree que en el estudio de grabación todo el mundo se la está pasando bien y no es cierto, grabar un disco es una cosa intensa”, es, sin embargo, enteramente personal. Y en cuanto a los momentos donde Pascual habla a través de videollamadas con su hijo, desde el estudio, hay que reconocer honorablemnte que eso al fin y al cabo es más personal y, sin embargo, es algo muy real dentro de lo laboral actualmente.
Lo extraordinario de Canción que quema no es la historia misma, que está hecha con retazos documentados de lo que fue el proceso de grabación del disco, como se ha dicho antes. Lo extraordinario es cómo es narrada por Yulene, Rubén y Luis, la historia oral relatada por los protagonistas que tienen memoria suficiente y se encuentran tal vez lo suficientemente sobrios, para reflexionar honestamente sobre lo que pasaron durante el momento encuestado.
La fuerza humana que los realizadores de Canción que quema lograron comunicar a este puñado de músicos, la carga de verdad que hay en cada situación por muy disparada que sea, el ambiente de cruda realidad y sueño increíble y esa palpitación de vida que contagia hasta al espectador más duro, son lo que hacen de Canción que quema un documental extraordinario, convincente, humano, iluminado constantemente por el soplo de la genialidad.
Canción que quema cubre temas destacados como los inicios de la banda, el proceso creativo, discos como: Deshabitado, Sufro sufro sufro o Ahora vuelvo y el accidente en carretera del 2006, pero también incluye anécdotas sobre asuntos menos discutidos como la relación de Pascual con Adolfo “Chewie” Castañeda, Alex “Nexus” o Jorch Romero —todos ellos exmiembros de San Pascualito Rey— y las fricciones que hicieron que Luca Ortega y Alex Otaola abandonaran el grupo. Canción que quema recuerda a los mejores episodios de Behind the Music en la actitud de los músicos frente a la vida y especialmente en el interés por documentar tanto los éxitos de los músicos como los problemas que enfrentan a lo largo de sus carreras.
Recuerda a Michael Stipe documentando las siete fechas de la gira de 1995 en las que Patti Smith acompañó a Bob Dylan. Recuerda a la estructura coral desarrollada por Jean Stein y George Plimpton. Recuerda a Akira Kurosawa en Rashōmon en la que cuatro individuos, testigos del mismo hecho, narran su visión particular mientras ponen atención en cada detalle, cada cambio de situación, cada instante, cada matiz; a los grandes documentalistas que Olaizola, Imaz y Flores Rábago supieron asimilar y adoptaron sin limitación a sus propios y prodigiosos intereses.
El secreto está en el título. Canción que quema está justificado. Históricamente es el último track del cuarto álbum de estudio de la banda. Es un documental jugoso, abundante en anécdotas, maldades, arreglos de cuentas que muestra a San Pascualito Rey antes de perderse en una crisis de identidad y frustración creativa que, sin duda alguna, el público sabrá apreciar justamente. Definitivamente es una buena pieza del arte documental, que por cierto, se proyectará en Cinépolis entre el 17 de noviembre y el 1 de diciembre en CDMX, Edomex, Puebla, Pachuca, Cuernavaca, Guadalajara, Querétaro, Zapopan, León, Aguascalientes, Tijuana, Zacatecas, San Luis Potosí y Monterrey.