Los condenaditos y otras historias de impiedad es la nueva mirada de José Luis Enciso, quien escribe desde el lugar de los personajes, con un lenguaje particular de cada uno y mostrando que México es sin más ni más el territorio de “los perdedores”.
Ciudad de México, 6 de mayo (MaremotoM).- este mes se cumplen 15 años de la primera edición de Los condenaditos, merecedor del XIX Premio Internacional de Cuento Max Aub. Ahora es la editorial Rayuela la encargada de publicarlo con nuevos cuentos del autor, para quien han pasado precisamente 15 años.
Los condenaditos y otras historias de impiedad es la nueva mirada de José Luis Enciso, quien escribe desde el lugar de los personajes, con un lenguaje particular de cada uno y mostrando que México es sin más ni más el territorio de “los perdedores”.
Decir perdedores no es lo mismo que decir condenaditos, que es la palabra que elige Enciso, un poco para nombrar las características de sus criaturas cuentísticas, otro poco para nombrar cómo México se ha hecho grande en esa filosofía que nunca tiene ganadores.
Son siete cuentos abrumadores, con una calidad y pulcritud que ha hecho decir al editor Avelino Sordo Vilchis, que “la pulcritud del cronista y un gran sentido del ritmo, cuyas situaciones son develadas por una prosa cargada de ironía y humor negro exploran una realidad que nos golpea y nos avergüenza, pero que está ahí presente: niños que buscan escapar de un futuro cuya única salida es la delincuencia, migrantes que sueñan con el regreso a su querencia, sacerdotes involucrados a fondo con el crimen organizado, sicarios con crisis de conciencia, duelos entre hombres bragados…”
José Luis Enciso es autor también de El amor antes y después del final del mundo (FOEM, 2015) y ha ganado el Premio Nacional de Cuento Beatriz Espejo 2018 con el relato “Lo que pasa por la mente de un tirador” (Mérida, México) y el Premio Internacional de Relatos Ciudad de Zaragoza 2012 con la obra “El milagroso regreso” (Zaragoza, España), entre otros reconocimientos.

–¿Cómo has trabajado el tema del lenguaje?
–Es un libro muy oral, por llamarlo de alguna manera. Cada uno habla en función de las limitaciones físicas que tiene. Eso define en gran medida cómo nombra su mundo, que son historias un poco adversas para cada uno de los personajes.
–¿Cómo es el flujo de la oralidad en la literatura mexicana?
–Me encantan obras de ese tipo, es raro hacer obras de ambiente rural en esta época. Aquí se retoman ciertos temas que otros autores han retratado muy bien, como Francisco Rojas González, que escribió El diosero, una colección de cuentos que leíamos de niño. José Revueltas, y ojo que no me comparo para nada, me sigue impresionando de una manera como si fuera la primera vez que lo leo.
–Están Daniel Sada y está Juan Rulfo…
–Son dos maestros universales. Un pensador dijo que lo universal es lo que le ocurre a cada uno, ellos se tomaron muy enserio la construcción del lenguaje a partir de unas realidades particulares. Lo llevaron a que sea un personaje el propio lenguaje.
–Es un título maravilloso el de tu libro…
–Sí representa cada uno de las historias, los protagonistas no son viejos, sino que son chavos y los condenaditos un poco engloba su destino. Yo quería ponerle al libro Los nuevos reyes, pero luego terminó llamándose así y creo que es un buen título.

–Esta cosa de morir joven o de vivir de acuerdo a lo que dice la sociedad
–Mi libro plantea precisamente una búsqueda, pero una búsqueda sin opción. Tienen que salir al ruedo y coger al toro por los cuernos, es algo irremediable.
–¿Tu literatura estás más dedicada a ver la circunstancia más que el objetivo individual de cada uno de los personajes?
–Creo que lo dices muy bien. Más allá del deseo o del sueño personal, están las circunstancias y tienes que entrarle a enfrentarlas.
–México tiene poca movilidad social, ¿es un país que no admite los sueños y los deseos?
–Yo creo que es un país de condenaditos. Hay poca movilidad social y siempre ha habido un autoengaño de autorrealización. Incluso tu color de piel puede dictaminar tu destino.

–Toda la gente que te vende o promociona libros es totalmente blanca en este país…
–Es muy difícil. Todo el que viene de otro lado ha sentido esa dureza de falsa amabilidad. La realidad es que somos duros, hacemos bromitas, te queremos mucho, pero decimos cosas terribles de ti cuando no estás. También entre nosotros mismos, el que tiene el color “güerito” con el que tiene el color “negrito”, el mexicano es un tipo áspero.
–Hay muchísimas personas que van adelante con sus sueños…
–Por fortuna. Vivir con la conciencia de que no puedes pasar cierto límite nos llevaría prácticamente al suicidio temprano. Esta convicción de tomar las circunstancias como vienen y enfrentarlas y querer vencerlas nos da ese carácter de que somos “chingones”. Es lo que mueve el carácter nacional.
–Es bueno que México acepte a una extranjera ocupar la mesa de la Academia de lengua, pero por otro lado piensas que este país está siempre de espaldas a las lenguas indígenas…hay instituciones sumamente colonialistas. Perú también
–En gran medida y tratamos de ser, tanto Perú como México, formales. Los dos países se parecen mucho, son colonialistas. Queremos dejar de ser provincianos y a la vez nos volvemos muy solemnes. Terminamos siendo más provincianos de lo que querríamos. Somos colonialistas y muy provincianos.
–Tu libro es un aporte a esto que nosotros no vemos, “lo mexicano”
–Yo lo basé en una serie de pueblos o en una geografía donde están estos pueblos, porque me parecía que era como un laboratorio de ideas para exponer situaciones, personajes y lo que más tenía a la mano eran las historias que me contaban mis abuelos campesinos, todas estas historias de mi imaginario infantil vinieron en esos ambientes. Es muy mexicano en ese sentido. No me propuse hacer una obra que hablara de “lo mexicano”, fue la inmediatez lo que determinó el carácter del libro.
–¿Cómo ves a tu literatura luego de este libro de cuentos?
–Los condenaditos es una especie de anomalía y una consecuencia. Es una anomalía porque es lo primero que empecé a escribir y ahora se cumplen 15 años de la primera edición. Yo seguí escribiendo y alejándome un poco de esos ambientes, antes de que se volviera a publicar Los Condenaditos, saqué El amor antes y después del final del mundo, unas colaboraciones de Cultura Colectiva, donde me pedían una historia por semana y si pudiéramos comparar los dos libros no tienen mucho que ver.