Pongámoslo en términos maximalistas: Hollywood prefirió premiar a Parásitos antes siquiera de reconocer a El Irlandés, que es de lo mejor del cine estadounidense de las últimas décadas.
Ciudad de México, 11 de febrero (MaremotoM).- Más pasan los años y más decadente es el panorama de los Oscar, que ya directamente adolecen de presentador, entregan tres meses antes los premios honoríficos y cansan con las nueve o diez películas en la competencia mayor, cuando durante décadas eran cinco.
Pongámoslo en términos maximalistas: Hollywood prefirió premiar a Parásitos antes siquiera de reconocer a El Irlandés, que es de lo mejor del cine estadounidense de las últimas décadas.
Con más agravantes: podría haber optado por Érase una vez en Hollywood (a la que le juega en contra ser con mucho la película más misógina de Tarantino) o Joker o Historia de un matrimonio o 1917, que parecía que corría con ventaja. O sea, optaron por una película de la otra punta del mundo porque no encontraron nada potable en la producción 2019 y de yapa le pasaron la factura a Scorsese por haberle vendido el alma a Netflix, cuando la realidad marca que sin Netflix no se hacía El Irlandés.
Que Parásitos ganara como película extranjera iba de suyo, aunque que lo anunciara Penélope Cruz no dejaba de darle cierta esperanza a Pedro Almodóvar. Que ganara el director, se entiende (pasó con Cuarón el año pasado en el caso de Roma). Guión, también, al fin de cuentas, alguna vez ganó el guión de Matrimonio a la italiana y el de Hable con ella.
El premio mayor es un cachetazo también para Netflix. Luciano Monteagudo lo apuntó muy bien en Página/12: si Roma no hubiera corrido con la escudería de la N roja, capaz que era la que hacía historia. El premio que reconoce la producción hollywoodense termina en las manos de una película surcoreana, cuando el Oscar nació como celebración de los grandes estudios. Es cierto que Warner, Paramount, Fox, Columbia, Universal, la Metro, ya no son lo que fueron y que nada más (pero nada menos) manejan la distribución. Pero lo del domingo es, vaya novedad, histórico.
La globalización ya había llegado al cine: Hollywood impuso su narrativa, ciertos modelos y esa especie de Tlön que impregnó a buena parte de la industria cinematográfica mundial ahora le vuelve como un boomerang. Y la Academia se amoldó a eso, en un contexto de calidad muy pobre de los últimos años, por no decir de lo que va del siglo.
Muy pocas películas premiadas desde 2000 en adelante son memorables, como No Country For Old Men, Argo y, pese a no ser lo mejor del universo de Scorsese, Los infiltrados. Cuando uno ve que se premió a la tercera parte de El Señor de los Anillos en vez de Río Místico, a Crash en lugar de Secreto en la montaña o Buenas noches y buena suerte, a Birdman antes que a El Gran Hotel Budapest, tiene los síntomas de una chatura generalizada.
El cine norteamericano adolece de ideas, no es novedad y los grandes relatos están en la TV. Lo que queda es la guardia vieja de Scorsese, Spielberg, Eastwood, Jarmusch, Spike Lee, los Coen, etcétera, y la camada intermedia de Aronofsky (!!!), los Anderson (el megalómano Paul Thomas y el talentoso Wes), más algunos otros nombres.

Si el recambio pasa por efectistas como Chazelle, preparémonos para una debacle que se expresa en ceremonias soporíferas y eso que el bodrio del domingo no se hizo muy largo.
Por lo demás, las actuaciones premiadas parecen aciertos (aclaro que aún no ví Joker y Judy), aunque yo hinchaba por Pesci en actor de reparto y lo de Phoenix parece haber tapado un trabajo sensacional de DiCaprio.
A pesar de todo, ganó el cine, no el estadounidense, dado que Parasite, aunque asiática, ni siquiera tiene elementos hollywoodenses. Pero ganó el buen cine, máxime si se la compara con 1917. Porque Bong Joon-ho filmó una gran película. Para Kim Jong-un que lo mira por TV.