Antonio Calera Grobet

Hacer arte o morir, sobre Sed Jaguar, de Antonio Calera-Grobet

Estoy seguro que en su pasión a ultranza por la poesía, Antonio Calera-Grobet seguirá encontrando molinos así o de mayor majestuosidad a la par que va contagiando a la gente de este virus extraño llamado arte en la mayor de sus acepciones, aquella que es una refrendación de la vida y la alegría que mientras estemos juntos, nadie podrá arrancarnos. Olé, poeta.

Ciudad de México, 7 de septiembre (MaremotoM).- Antonio Calera-Grobet es una de las personalidades más inquietas del panorama artístico de México. Opíparo lector y editor, ha cuajado una editorial como Mantarraya  editores así como el festival “Poesía por Primavera” donde cientos de poetas han leído y compartido en la calle sus versos.

Artista, columnista y escritor, Calera ha entregado numerosos libros a la imprenta desde hace varios años. Sin embargo, al hablar de él sucede algo que pasa con muy pocos: que mientras uno trata de definirlo al mencionar algún aspecto, aparecen más y más cosas, que se escapan, más y más elementos surgen para ser enlistados. Quizá por eso lo relacionaría con la gama de los artistas “neólogos”, como se denominaba Felipe Ehrenberg (1943-2017), un tipo de artista que busca los trazos de la belleza, que no espera a que el arte lo propicien otros, sino que él mismo se ensucia las manos de pintura, tierra, sangre o vísceras para hacer que éste surja de lo más recóndito, pero brillando finalmente.

Siempre con una barba a lo Camilo Cienfuegos, de guayabera negra o blanca, colores radicales, a Antonio Calera se le puede ver en la plaza México con una o dos botas a cuestas, una boina vasca y un puro. Con la camisa arremangada, Calera expone sus tatuajes en cada antebrazo, uno me llama la atención en especial. Reza: “Ni pena ni miedo”. Quizá es aquí donde se ve el rasgo de que el lenguaje le ha traspasado la piel, la epidermis y cohabita con lo más íntimo de su corporalidad. Como ustedes saben, “ni pena ni miedo” es un verso que el enorme Raúl Zurita tatuó en el Desierto de Atacama en los años 90’s. con una extensión de 3 kms. Calera no sólo ha hecho suyo este verso al tatuárselo sino que lo ha hecho parte de una convicción, sacar el arte y sus distintas variantes a la calle. Así como Zurita clausuró el Palacio de Bellas Artes, en Santiago, para demostrar que el arte estaba fuera de los museos y no dentro, Calera es un entusiasta neólogo que ha convocado desde al poeta incipiente hasta el artista menos convencional a participar en alguna lectura o presentación. De hecho, de Sed Jaguar debemos decir que este libro es la nueva pieza de un mural más amplio cuya mátrix sería la Hostería la Bota. Ya que muchos ignoraran, a pesar de frecuentarla con constancia, que La Bota es una instalación efímera, abierta a todos los comensales donde no está prohibida la intervención o la alteración. Creo que, debido a esto no puedo ver a Calera solamente como un poeta porque siento que dejo afuera su búsqueda de ropavejero, de chifonnier, como diría Walter Benjamin; que si le digo promotor cultural, hago un acto de injusticia con la creatividad culinaria reflejada en su carta y que si le digo editor, la faceta de entendido taurino me tira un derrote por falaz.

Sed Jaguar
Sed Jaguar (Bonobos, 2018)

Creo que así pasa con Sed Jaguar (Bonobos, finales de 2018), poemario que reúne varias tesituras y varias poéticas en su arsenal. Acompañado de ilustraciones de Demián Flores, el poemario surge como un abanico de los numerosos poetas que habitan en Antonio Calera. Pienso mucho en sus lecturas de Los cantos de Maldoror, de Lautréamont, o El Spleen de París, de Baudelaire, respecto a que son prosas poéticas que buscan erigir un castillo de palabras: vocablos raros, arcaicos, castizos, sudamericanos, extraños, que en su poesía toman sentido. Veo en este libro una lectura muy cuidadosa de Zurita debido al uso de un nosotros, de una poesía que se despersonaliza y que se mueve hacia la preterición del yo. Y, evidentemente veo una tendencia de Calera en algo que contrasta con muchos que ven a la poesía como solipsismo, ensimismamiento o egolatría. Porque para Toño Calera, como para Raúl Zurita, la poesía es una forma de resistencia, resistencia a los tiempos que corren, a la estupidez y a la vesania de nuestro alrededor, al descuido y a la injerencia de los politiquillos de trajes malcortados y panzas rebosantes que quieren decirnos a nosotros qué hacer, qué comer y cómo comportarnos. Ahí hay un Calera que les responde de muchas formas. Por eso también veo en Calera a un heredero de un Eduardo Lizalde con la poesía violenta, cáustica y epigramática. En poemas como “Mire usted bien”, “Sayonara”, “Cosas de poetas” hay un Toño Calera que le pega con un tubo a ciertos personajes típicos, que incluso podemos sentirnos en algunas cosas aludidos quienes escribimos y andamos haciendo un posgrado a manera de tabla de salvación en este páramo de empleos que den chance de realización o de desarrollarse haciendo lo que uno sabe hacer.

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Antonio Calera-Grobet
Después del Festival Primavera, que lo hacemos en la plaza frente a La Bota, la Feria del Libro es espacio con el que contamos para la difusión cultural. Foto: Facebook

Me atrae el vitriol que usa Calera para meterse con lo inmetible, tocar lo intocado y mencionar cosas que callamos. Me agrada porque me parece que el poeta también puede dormirse en sus laureles y necesitan que de vez en cuando alguien lo sacuda. Porque lo peor que le puede pasar a un artista es en volverse un cliché, ser tan predecible que todos conozcan su reacción ante el mundo aún sin haber hablado. A veces se nos olvida que el poeta, como el Jesús del evangelio de Mateo, no vino a traer la paz, sino la espada y que es necesario que saque a algunos filisteos del templo a chingadazos:

Una guerra de la más alta intensidad se vive en Tamaulipas y en ella los civiles no importan. Indagarán muerte de 7 por fuego cruzado mientras que en el último año, al menos 26 policías han desaparecido en Guanajuato: 14 en Dolores, 4 en Celaya y 8 en Irapuato. Ya lo dice la canción. Ahí donde se vio, la vida no vale nada. Sobre lo demás puedes descargar una aplicación para ello, o en el 911 las autoridades atenderán cualquier emergencia de inmediato. Mira, por lo pronto, sube tus pasos apoyando a México, ya que si eres uno de los 5 más votados pasarás a la fiesta inolvidable. En otro orden de ideas, la cantina “La mundial” presenta sellos de clausurado mientras tú, nos avisas en gótica que cuatro corazones rojos y saldrás en pijama por unas patatas fritas, un sundae de caramelo y vainilla. Las opciones de maquillaje para hombre van creciendo como las fosas, pero tú, nos dices airadamente, te nos has quedado sin cigarros.

Incluso me resulta atractiva la manera en que se refiere a una querida hipotética al asestarle un reclamo (porque también es legítimo quejarse cuando no nos gusta cómo nos trató por quien nosotros dábamos la vida): “Yo todo toro y tú que no querías, toro yo que te quería querer, querida, pero tú querías serlo por otro querer, no un toro ese otro, acaso novillo que sería. Y quisiste así al tal otro, mero loro sin decoro, pura pose sin Poesía. Pero uno así no es ninguno: por lo menos no un toro, querida mía: sólo una canasta de casta vacía”.

Antonio Calera-Grobet
“Es un tanto más filosófica esta programación que las anteriores”. Foto: Facebook

A su vez es palpable la forma en que el horror al vacío se ha pertrechado en las células de Calera, pues sus poemas buscan poner a prueba nuestro fuelle, nuestra respiración, llevarnos hasta la bocanada que parezca resuello, jadeo o de pronto alarido. Entiendo en él este tensar la cuerda, pellizcar hasta lo más alto la nota y regresar a tierra como quien ha desgarrado el cielo sin perder el estilo. Dice en “Los fulanos de tal”:

Los fulanos de tal como nosotros, meros tipos móviles, meros corchos de banderillas, carteles descarapelados de ferias invisibles dirían los del tendido geriátrico, pudimos partir plaza, hacernos de un lugar entre el pecho y el engaño, entre el engaño y el miedo, entre el miedo y la muerte, el ansia de sobresalir entre el cúmulo de ladrillos rojos y ser uno de los de a pie entre tantos hilos dorados, dar la vuelta de los trofeos luego de tantas sábanas entintadas en quirófanos móviles, bajo el cielo quebradizo del hambre. Bien que lo logramos a volapié, recibiendo, contra todo pelo, todas las Guernicas y los uniformes planchados […] Ahí encuerados en la gran antología de los serviles, a las cuatro en punto de la tarde, lívidos pero alistados, bien amarrada la vida a las costillas, ateridos pero en talante de forcados irresistibles, de añadido terso y enjuta taleguilla, empoderados por la gracia que aceita a los mamíferos al hacer arte o morir.

Estoy seguro que en su pasión a ultranza por la poesía, Antonio Calera-Grobet seguirá encontrando molinos así o de mayor majestuosidad a la par que va contagiando a la gente de este virus extraño llamado arte en la mayor de sus acepciones, aquella que es una refrendación de la vida y la alegría que mientras estemos juntos, nadie podrá arrancarnos. Olé, poeta.

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