El Colegio Nacional retransmitió la conferencia Pedro Páramo, de Juan Rulfo, dictada en 2016 por el colegiado Juan Villoro, como parte del ciclo Novelas Mexicanas. Durante la charla, el escritor ofreció un recorrido por distintos aspectos de la obra, con énfasis en la relación entre historia y ficción y destacó a Rulfo como el reinventor del lenguaje cotidiano, no sólo “un gran reflejo de la oralidad mexicana”
Ciudad de México, 16 de julio (MaremotoM).- Pedro Páramo es una obra cumbre no sólo de la breve bibliografía de Juan Rulfo, sino también de la cultura mexicana del siglo XX. La novela puede ser leída de diferentes maneras, sobre todo en su relación con la realidad, de ahí que podamos encontrar “alusiones a distintos momentos de la historia de México, la Revolución mexicana y la Guerra Cristera, pero estos momentos orbitan la trama, no la constituyen”, dijo Juan Villoro.
“En la novela encontramos una construcción simbólica de la realidad mexicana. Es interesante ver cómo escritores, logran obras muy significativas relacionando temas de lo que ocurre en el mundo de los hechos con lo que ocurre en el de la imaginación”, agregó.

Nacido en Sayula, Jalisco, en 1917, Juan Rulfo es un escritor formado en un entorno campirano, aun cuando también se forma en las ciudades: en 1953 se publica su libro de cuentos El llano en llamas y en 1955 Pedro Páramo, con los que se convierte en “el principal protagonista de la narrativa mexicana: una obra breve, que representa para nosotros un legado inagotable”.
“En Rulfo encontramos a un artista completo, con una obra breve. Desde el punto de vista de la historia, la novela tiene que ver con algunos flecos de la Revolución Mexicana y también con la Guerra Cristera, pero siempre aparece como un telón de fondo, no es su corazón duro, ni el núcleo de la trama: lo que pasa afuera, la historia lineal de los hombres, la que define al país, es algo que no tiene protagonismo donde ocurre Pedro Páramo, el pueblo de Comala”.
Durante su recorrido, Juan Villoro encontró que la relación de Rulfo con el campo mexicano llega a ser tan honda, tan extraordinaria su relación con los personajes, que muchas veces se le ha llegado a ver más como un antropólogo, “como un taquígrafo del habla, que como un inventor de estructuras literarias profundamente modernas y profundamente originales”.
“Con frecuencia se elogia a Rulfo por méritos antropológicos, se dice ‘qué bien ve a los mexicanos o a los campesinos o a los remanentes de la guerra cristera’ y no se piensa en la construcción tan delicada, tan arriesgada, de sus obras narrativas: no es solamente un gran reflejo de la oralidad mexicana, sino reinventó el lenguaje cotidiano”.
Desde la perspectiva de Villoro, una de las características principales de la obra rulfiana es que logra construir una realidad alterna, donde, por ejemplo, el habla popular tiene un estatuto muy singular: “nunca un campesino mexicano ha hablado realmente como un campesino de Rulfo, y nunca un campesino mexicano ha sido tan genuino para nosotros como un campesino de Rulfo”.

Lo que hace es convertir a los personajes en algo más genuino con respecto a lo que se encuentra en la realidad y ese es el prodigio de la invención literaria, al tratar de lograr una “autenticidad artificial”, lo que parecería una contradicción de términos, pero es lo que han hecho los escritores y “nos permite entender mejor, por ejemplo, las guerras napoleónicas a partir de las novelas de Stendhal o de Tolstói, que de muchos documentos históricos de la época”.
“Lo que hace Rulfo es partir de una realidad auténtica para reconstruir esta autenticidad artificial, que es la de la novela. Ahí hay una maestría del oído, que va más allá de la oralidad”, a decir de Juan Villoro.
Los fantasmas de Rulfo
Cuando se habla de la literatura de Juan Rulfo suele pensarse en la presencia de fantasmas, en una literatura fantástica sin artificios, lo que da originalidad a sus historias: “una literatura fantástica de la pobreza”.
“Dice Augusto Monterroso que los fantasmas de Rulfo son tan pobres que son fantasmas de verdad, no vienen de efectos especiales; vienen de la realidad mexicana, que es una realidad pobre: se trata de una literatura en donde no hay artificios, donde todo está desolado, todo ocurre en descampado y, sin embargo, donde los fantasmas son posibles, no se requiere de escenografía alguna y eso es sorprendente”, reconoció Juan Villoro.
Así construye lo que define como la gran literatura fantástica de fantasmas y del desierto, en la que no hay una obra caprichosa llena de artificios que nos hacen pensar en cosas que dan miedo, porque su cometido es mucho más profundo: “los fantasmas de su novela son almas en pena, son ánimas que están tratando de llegar al más allá”.
“Lo que nos está planteando Juan Rulfo es una historia de aquellos que han sido expulsados del mundo de los hechos: son tan pobres, están tan desposeídos, en una situación de acabamiento tan fuerte, que ni siquiera tienen derecho a que algo les suceda. No tienen propiedad, no tienen destino propio, no tienen historia”.
Y ante ello, Juan Villoro aceptó que pocas novelas como Pedro Páramo han conferido tanta importancia a sus lectores, porque se trata de una historia en la que los lectores deben establecer puentes desde el mundo de los hechos hacia el de los expulsados:
“La gran responsabilidad ética que confiere Rulfo a sus lectores es: ¿qué hacen ustedes por los otros? ¿Han leído esta historia? ¿Acaso harán lo suficiente para que esto no se repita? Si no respondemos a este desafío es porque también, nosotros, pertenecemos a la legión de los fantasmas”.