Ciudad de México, 16 de julio (MaremotoM).- Jean Gould, en su libro Dramaturgos norteamericanos, cuenta la anécdota de que la madre de Tennessee Williams lo instó para que escribiera una obra en un acto para un concurso dramático, así lo hizo y ganó con The magic tower. A dicha obra, un crítico teatral la refirió como “una estrujante tragedia literaria provista de cálidos toques fantásticos”, no obstante, el único que no confiaba en lo que él hacía era su padre, quien suponía que su hijo perdía el tiempo escribiendo, por lo que se negó rotundamente a que estudiara teatro. Aun así, el entonces dramaturgo en ciernes, logró consagrarse como uno de los referentes del teatro estadounidense y universal, a tal grado que se siguen montando y estudiando sus obras. ¿Cuántas veces las piedras más grandes de nuestro andar están cerca de nosotros diciendo que no podemos, que no sabemos, que estamos mal o que siempre nos equivocamos? Muchas; sin embargo, debemos seguir por el camino que hemos decidido trazarnos para continuar con nuestro rumbo. Pese a lo anterior, estoy seguro de que siempre habrá alguien a un lado nuestro para alentarnos —incluso en el momento más desafortunado—, como al mismo Williams.
La compañía Mondomeraki, integrada por Luisa Aguilar (España) y Adolfo García (México), acaba de estrenar en la Titería, Casa de las marionetas, en Coyoacán (Vicente Guerrero 7), una bellísima obra que, entre otras cosas, habla de la confianza de los padres a los hijos con sólo decirles, “estoy contigo”. Me refiero a Magdalena, la otra Frida. Es un poema hecho teatro, un poema hecho actuación y manipulación, es un poema hecho dramaturgia y música. Son dos manecillas humanas sincronizadas durante 50 minutos que nos llenarán la cara de sonrisas y el alma de posibilidades infinitas para confiar en nosotros mismos y en el otro. Luisa y Adolfo. Adolfo y Luisa, ambos se atreven a hablar de Frida Kahlo, un personaje del que se ha dicho mucho y parece ser sólo para turistas que visitan la Casa Azul, compran playeras alusivas, hablan de sus amoríos con Leon Trotsky y el terrible accidente en el autobús que fue embestido por un tranvía cuando regresaba del colegio, ellos recrean los primeros años y aventuras de la pequeña Magdalena, antes de ser Frida: Magdalena Frida Kahlo Calderón.

La historia se remonta desde que Guillermo Kahlo, viajó de Alemania a México, para probar suerte en la pintura y venturosamente se encontró con Matilde Calderón, quien venía de Oaxaca, y también llegó a la ciudad para internarse en el mundo de la pintura, ambos conforman la familia Kahlo, en un mundo bullicioso entre el afilador, el panadero y el organillero en una Ciudad de México que los espantaba, pero que disfrutaron sencillamente porque estaban juntos. A Mondomeraki le interesa mostrarnos la sensibilidad de la niña, lo hacen con una técnica llamada “teatro de mesa” o “teatro de objeto”, dándole voz a pinceles, muñecos de trapo, figuras humanas articuladas, una sonaja, una mano y una calavera muy grande que no es ni más ni menos que Frida contando pasajes de cuando era Magdalena, asimismo, escucharemos canciones en vivo que nos divertirán por el talento.
Dicen que Magdalena aprendía a su manera y a su tiempo, cuando la maestra hablaba de flores, la alumna le preguntaba si estas morían, aquella le contestaba que sí y por esa razón la niña decidió pintar flores, para que no se murieran nunca, lo cual nos evoca (y convoca) irremediablemente a pensar en sus cuadros donde están presentes las flores, así como en su propio atuendo.

No obstante, aunque tenía hermanas, amigos y flores, desde muy pequeña era alguien con demasiada soledad, por ello se inventa una amiga imaginaria, pues tiene la certeza de que ambas se conocen como la palma de la mano. Ella pensaba que las sensaciones de la vida se grababan en nuestros recuerdos profundamente: un beso, un paisaje, un sonido, a ella, esa sensación la atacó de una manera violenta: un día iba al parque con su papá y se tropezó con la rama de un árbol, entonces sintió cómo el dolor entró a su cuerpo como flechas por su pierna. La caída la llevó a estar postrada durante 9 largos meses en cama, donde dibujaba su sentir. El diagnóstico: poliomielitis, no una enfermedad que daba por comer mucha miel, como pensaba ella, sino una enfermedad viral que trajo como consecuencia las burlas de sus amigos, la pierna derecha más corta y más flaca que la izquierda, pero también el apoyo de su papá que le dijo que mejor se la pintaría de verde la pierna mala, porque el verde es esperanza y tendría un camino esperanzador. (Curiosamente los zapatos que usan Luisa y Adolfo durante la función son verdes, seguramente porque saben que así sus pasos tendrán un poco de esperanza, que es lo que todos necesitamos.)
La actuación nos hace pensar en dos pintores que pincelan armoniosamente el escenario como un lienzo y lo vivifican. Ahora mismo recuerdo las palabras de Cesar Antonio Sotelo, quien dice que el teatro desde Aristóteles hasta finales del siglo XX “fue concebido y conceptualizado como una expresión literaria, en la cual, la puesta en escena era un elemento secundario”, sin embargo, ahora, “La escena y todo lo que en ella se pueda realizar, se convierten en el organizador supremo de la representación”, es decir, esta danza que ocurre en Magdalena, la otra Fridacuenta con una dramaturgia brillante, pero la escena corona un trabajo lleno de filigrana.
A Guillermo Kahlo nunca le importó escribir, porque para él la manera de expresarse fue el dibujo; a Matilde Calderón no le importó pintar a los osos color marrón, por ello los pintaba amarillos. Así es que mientras tengamos sueños podremos construir lo que queramos: ¿de qué color son los sueños Frida, allá donde estás? Acá, donde te celebran un par de actores, son verdes, como el brócoli, el chile, el pasto y sólo esperan a los invitados a este encuentro para evocarte todos los sábados y domingos a las 14:00 horas. Apeguen su celular, pónganse cómodos y disfruten la función. ¡Tercera llamada, tercera, principiamos!