Mujer de muchos amigos y de muchas pasiones, pierde un poco la cabeza cuando escucha pronunciar mal una palabra o conjugar peor un verbo. “Pero jamás corrijo a alguien, salvo que tenga mucha confianza con esa persona y lo hago entre risas, como broma”, admite.
Ciudad de México, 15 de noviembre (MaremotoM).- Si es cierto eso que dicen de que las madrileñas tienen salero, gran parte del capital saleroso de la capital española recayó en la conductora televisiva Laura García Arroyo, dueña de un carácter vivaz y de una sonrisa que contagia incluso al más amargado de los seres.
Con su juventud y carisma se ha ganado un lugar en la pantalla alternativa y aunque no es popular como otras Laura más gritonas que pululan por el universo catódico de este mundo que amenaza con acabarse, hay que decir que la joven muchacha tiene su lugarcito propio entre el público aficionado a los programas culturales.
Por gustarle no le hace el feo a casi nada. Desde la cerveza hasta el futbol (sí, la García es del Real Madrid), desde los diccionarios hasta esa dichosa palabra que poca gente entiende y ella sí, Laura es multitemática.
Aunque en el tú a tú deja correr un seseo más castizo que los reyes de España, sus intervenciones en La dichosa palabra, por Canal 22 la muestran como una mexicana más, tan integrada como está a nuestro país, donde vive hace más de dos décadas.
Llegó de casualidad atendiendo un llamado laboral para editar diccionarios y se quedó prendada de un país que “conoce casi todo del mío, aunque en España se sepa poco de México”, dice.
Entre los argumentos para quedarse aquí primero estuvo un esposo del que ya se divorció y luego los chiles en nogada de La Poblanita, en la San Miguel Chapultepec, que son su pasión. No falta por supuesto el mezcal, que prefiere al tequila y que la obliga a frecuentar más que seguido el local La Clandestina, en Álvaro Obregón. Por supuesto, lo más valioso en ella es su hijo Santiago, tan mexicano como español.
Preocupada por la situación política y social de México, no sabe a quién votará el año que viene y al mismo tiempo es prudente en sus opiniones, convencida como está de que una “naturalizada es una mexicana de segunda”.
Cuando le toca mencionar a su selección de futbol, no olvida que La Roja es campeona del mundo y mucho menos que ella, la conductora de la tele cultural, es “española hasta las cachas”.
Como casi la totalidad de quienes viven en el Distrito Federal, teme porque la inseguridad reinante en el país invada el territorio hasta ahora apacible del Distrito Federal. Que de un día para el otro ya no se pueda caminar por las calles, que la gente tenga que esconderse temprano en sus hogares y que México comience a ser una ciudad inhabitable.
“Un extranjero siempre tiene una opción B, que es la de regresar a su lugar de origen aunque ello resulte siempre difícil y muchas veces imposible. Soy de aquí, me gusta estar aquí y no quiero que la inseguridad me expulse de un sitio donde soy tan feliz”, afirma.
“Como extranjera, siempre te la pasas balanceando. Siempre dices: qué dejo allá para tener acá y viceversa. Cada vez que voy a España, por ejemplo, entro en una pequeña crisis, pues allá hay una libertad total de movimiento que acá no siempre tengo”, manifiesta.
“Estoy en una ciudad agitada, intensa, divertida, pero, ¿a qué precio?, son algunas de las preguntas que te haces”, agrega.

Mujer de muchos amigos y de muchas pasiones, pierde un poco la cabeza cuando escucha pronunciar mal una palabra o conjugar peor un verbo. “Pero jamás corrijo a alguien, salvo que tenga mucha confianza con esa persona y lo hago entre risas, como broma”, admite.
Pertenece, eso sí, a un medio que como el televisivo guarda poco las formas del lenguaje y acostumbra a estar enemistado con la gramática. Sucede, según su parecer, que “hay poca exigencia con la profesión de locutor o conductor. Se ha perdido un poco el canon del oficio. No cualquiera debería aparecer en la televisión. Hay gente que no comunica, que no es expresiva y ahí está…o estamos, no sé (risas)”.
“La verdad es que no sé cómo combatir lo mal que se habla en muchos programas televisivos, sería como encarar una verdadera cruzada que desconozco si llegaría a buen puerto. El resultado tal vez sería frustrante”, reconoce Laura.
De niña soñaba con ser cantante y con estar en un camerino, maquillarse, vestirse para salir al escenario. Algo de esa imagen se reproduce en su oficio actual, aunque más sorprendida y agradecida está con el país que ha elegido para vivir “porque me ha inventado sueños que no tenía y me ha permitido cumplirlos”, dice.