Aunque no estemos conscientes, es imposible que cualquiera exista en este mundo sin dejar huella ni generar impacto. Si bien conocimos la Tierra ya habitada, nuestra actualidad y esta sociedad es la única que deja registro de estar alterando intencionalmente el entorno, poniéndonos en riesgo a todas las especies.
Ciudad de México, 1 de agosto (MaremotoM).- Sabemos que ya hay procesos e iniciativas enfocadas en el cuidado de nuestro mundo, sin embargo, “lo que necesitamos es mucho más profundo, más radical y más urgente”.
10 pasos para alinear la cabeza y el corazón y salvar el planeta, escrito por Mariana Matija y editado por Planeta, es una guía para comenzar a observar estos procesos, prestar más atención a lo que surge en nuestro entorno y a las maneras en las que estamos impactando los ecosistemas que nos sostienen.

“Tal vez sea conveniente empezar aclarando qué NO es la sostenibilidad: no es una marca, no es una etiqueta que se le pone a un producto, no es algo que podamos comprar en el supermercado ni a lo que podamos llegar solo siguiendo las instrucciones de un libro (incluyendo este). No es una secta ni una moda y, definitivamente, no es un capricho excéntrico de los millennials, como algunas personas creen”.
Como la autora lo señala, la sostenibilidad es el diseño de una sociedad en la que sus componentes y conjunto de necesidades y soluciones no modifiquen el ritmo de la naturaleza por ningún motivo.
No hay fórmula fácil para intervenir en la salvación de nuestro único hogar, el planeta: “Estoy convencida de que una reconciliación de la humanidad con los valores tradicionalmente considerados femeninos es esencial para salir de este hoyo de caos y destrucción ambiental y social en el que estamos metidos hasta el cuello (…)”. Si quieres vivir de manera más equilibrada pero no sabes por dónde empezar, en 10 pasos para alinear la cabeza y el corazón y salvar el planeta tienes una guía para cambiar la manera en la que puedes contribuir.
Mariana Matija fundó un club ecológico cuando tenía siete años y, desde entonces, su vida ha estado marcada por el interés en el cuidado del planeta. Ahora se dedica a explorar y compartir sus experimentos e ideas en torno a la sostenibilidad, a través de textos e ilustraciones en los que aborda temas como la ecología, los derechos de los animales, el feminismo, el consumo responsable, la creatividad, la educación, el medio ambiente, la salud mental, la colaboración, el activismo, la desobediencia civil y cualquier otra cosa que sienta que le ayuda a entender mejor su relación con la Tierra y con todos los seres que la habitan (incluyéndose a sí misma), y que piensa que pueden ser útiles para otras personas que se están haciendo preguntas parecidas –o complementarias– a las suyas.

Fragmento de 10 pasos para alinear la cabeza y el corazón y salvar el planeta, de Mariana Matija, con autorización de Planeta.
SOBRE LA HUELLA AMBIENTAL
Para que este libro exista fue necesario usar muchos recursos. La versión impresa está hecha de papel: requirió tintas, pegamentos y envoltorios. La versión digital está hecha de bits, pero para que alguien pueda leerla se requieren servidores que usan mucha energía de origen fósil. Requirió también energía para los procesos de escritura, diseño, maquetación e impresión. Viajé para concretar su desarrollo. La existencia de este libro, como pasa con la existencia de cualquier otra cosa sobre este planeta, deja una huella. Parte de esa huella es ambiental, y eso es inevitable.
Una de las ideas esenciales de este libro consiste precisamente en entender que la búsqueda de una supuesta “perfección ambientalista” no nos lleva a ningún lado. Es imposible existir sobre este planeta sin dejar huella ni generar impacto, así como es imposible crear cualquier cosa sin dejar huella ni generar impacto.
Yo, Mariana, autora de este libro, soy consciente de la huella ambiental que genera y la entiendo como parte esencial de su existencia, así como entiendo mi propia huella ambiental como parte esencial de la mía. Como pasa con mi huella personal, lo que quiero con este libro es que su huella intangible sea mayor y más positiva que su huella ambiental.
Si tienes este libro en tus manos, sea en el formato que sea, la responsabilidad también es tuya: que los recursos utilizados para producir este libro no hayan sido en vano depende en grandísima parte de ti. No lo leas en diagonal para dejarlo olvidado en una biblioteca. Léelo a fondo, revisa y cuestiona lo que dice, comparte lo que aprendes y comprométete a ser una de esas personas que —precisamente porque entiende que es imposible existir en el mundo sin generar impacto— se esfuerza por aprender a observar, cuestionar y ajustar el tipo de huella que va dejando detrás.

SOBRE EL LENGUAJE
Este libro está escrito, en lo posible, en lenguaje neutro. Cuando el lenguaje neutro no se adapta a lo que quiero decir, uso lenguaje femenino. El lenguaje incluyente (“todes”, “todxs”, etc.) me parece una manifestación muy importante de cuestionamiento y me pone en aprietos editoriales, y el “neutral” masculino —aunque ha sido históricamente la norma— no tiene nada de neutral, pero ese, por supuesto, no es el tema de este libro. Así que voy a explicarlo de esta manera: la grandísima mayoría de personas que han leído lo que escribo desde hace años y con quienes he compartido mi proceso de aprendizaje en estos temas, son mujeres; la grandísima mayoría de las tareas de cuidado han sido asumidas históricamente por mujeres, y esas tareas son esenciales no solo para el cuidado entre humanos, sino para el cuidado de todo lo que nos rodea; y quienes suelen unirse con mayor convicción, rapidez y facilidad para sumarse a movimientos esenciales para la transformación de nuestra sociedad —como la justicia con los animales y la reducción de nuestra huella de basura, por poner dos ejemplos puntuales— suelen ser mujeres; así que escribo principalmente para ellas y creo que eso debe reflejarse en el uso del lenguaje. Hay hombres también entre mis lectores, por supuesto, y estoy segura de que son hombres que no se van a molestar por ser incluidos en un genérico femenino porque saben que en lo femenino no hay ofensa ni inferioridad.
Por otro lado, estoy convencida de que el futuro del planeta (o, para ser más precisa, el futuro de la vida en el planeta como la conocemos en este momento) es femenino, y con esto obviamente no quiero decir que en ese futuro no debe haber hombres, o que los hombres valgan menos. No. Lo que quiero decir es que estoy convencida de que una reconciliación de la humanidad con los valores tradicionalmente considerados femeninos es esencial para salir de este hoyo de caos y destrucción ambiental y social en el que estamos metidos hasta el cuello, porque buena parte del problema viene del exceso de importancia que le hemos dado a “valores” asociados a lo masculino —como la competencia, el dominio y el control— a la vez que hemos subvalorado de manera contundente actitudes que se han percibido, históricamente, como exclusivas de las mujeres: la sensibilidad, la colaboración, el cuidado, la vulnerabilidad, la buena disposición para la reflexión y para ver el mundo desde el pellejo de los demás.
Es fundamental que los hombres (y mujeres y personas en general, se sientan o no representadas en esas calificaciones) del futuro que necesitamos construir estén en paz con todo lo que históricamente se ha considerado femenino. En general, creo que podemos aprender a adoptar todas esas cosas que por haber sido consideradas femeninas, nos hemos acostumbrado a mirar en menos y hasta a ridiculizar. Es decir, podemos ser más sensibles, colaborar más, cuidar más nuestra casa —el planeta— y a los demás —incluyendo a los animales—, abrirnos a ser vulnerables; y, por supuesto, hace falta también que cuestionemos el hecho de que pensemos que esas características y comportamientos son exclusivamente femeninos. Solo a través del cuestionamiento, de la sensibilidad y la vulnerabilidad, podremos entender la magnitud de la tarea que tenemos en las manos, y solo a través del cuidado y la colaboración podremos construir sociedades que existan en equilibrio con el resto de la vida en el planeta.

ANTES DE EMPEZAR
Hay una pregunta que me han hecho varias veces y que nunca he terminado de entender: me preguntan de dónde viene mi motivación por cuidar el planeta y yo… me quedo en blanco. No porque no sepa cuáles son los motivos que me llevan a querer cuidar el planeta, sino porque me cuesta mucho entender que esos motivos no sean de absoluta y aplastante evidencia para cualquier persona; así que siento que no sé cuál es la parte que hay que explicar. Para mí la verdadera, la urgente, la trascendental pregunta es ¿qué es lo que hace que alguien NO esté interesado en cuidar este planeta? ¿Cómo es posible que alguien con algo de sensibilidad pueda mirar a su alrededor (oír, tocar, oler, saborear…) y sentir que todo esto que nos rodea no merece ser protegido? ¿Qué es lo que tiene de extraño el hecho de que esté interesada en la existencia y el equilibrio del único planeta que puedo habitar y, por lo tanto, en mi propia existencia? En todo caso, y para que funcione como introducción a este libro, voy a tratar de responder a la pregunta de qué es lo que me motiva a cuidar este planeta. Tengo realmente dos motivos: uno es emocional y el otro es puramente práctico.
El primer motivo, el emocional, es que este planeta me parece fascinante. Hago con frecuencia el ejercicio de mirar fotografías de la Tierra, de esas que sacan fotógrafos de naturaleza, que atrapan la luz de una determinada forma en una determinada montaña donde parece que nunca ha llegado un solo ser humano, o de esas que se toman con drones que pueden sobrevolar lagos enormes habitados por miles de animales, o deltas de ríos que parecen venas; me gusta imaginar qué pensaría si me dijeran que esas fotos fueron tomadas por la NASA en otro planeta, y pensar en las ganas que sentiría de saber más sobre ese lugar.

Me gusta hacer eso, para inmediatamente después recordar que vivo en ese lugar, que no tengo que viajar en ninguna sonda espacial para llegar a un planeta con miles de millones de seres vivos que son diferentes a mí y que, en su diferencia, son todos esenciales para la vida y el equilibrio de la Tierra, y que esos planetas áridos que nos rodean —aunque son maravillosos también a su manera— se quedan cortísimos frente a este, donde la duración de mi existencia nunca será suficiente para conocer a todos los seres que lo habitan y todos los ecosistemas que lo llenan de vida y de diversidad.
Quiero cuidar este planeta porque, a pesar de las exploraciones espaciales, todavía la humanidad no encuentra registro de vida en no sé cuántos millones de kilómetros a la redonda, y me impresiona darme cuenta de que los planetas vecinos son lugares de hielo y arena, estériles, donde no hay ni siquiera una mosca musicalizando el ambiente, y sin embargo aquí parece que la vida se desborda por todas partes, incluso en un pedazo de pan que se queda olvidado encima de una mesa.
Estoy absoluta, total e irremediablemente enamorada de este planeta. Lo poco que he visto con mis propios ojos me parece más que suficiente para creer que vale la pena cuidarlo y cuántas más barbaridades veo que estamos haciendo colectivamente los humanos para destruir este lugar mágico, más ganas me dan de dedicar cualquier soplo de energía que me quede en el cuerpo para lograr que otras personas se contagien del amor que le tengo a este lugar.
El segundo motivo, el práctico, es que este es el único planeta en el que podemos vivir. Quiero cuidar la única balsa que nos mantiene a flote en un vacío inmenso, en el cual no sabemos si habrá otro planeta a la vista. No le veo sentido a estar flotando en esa balsa y no preocuparnos porque podemos romperla. Dicho en otras palabras, quiero cuidar este planeta por puro instinto de supervivencia. Cuidar este planeta es algo que no puedo evitar, que me nace, que le da más sentido a mi vida… y teniendo en cuenta que este es el único planeta en el que puedo vivir, cuidarlo me parece realmente la única manera sensata de habitarlo. Lo cuido porque quiero, porque siento que es necesario y porque me parecería una tontería (de hecho, una evidencia directa de total irracionalidad) no hacerlo.
El objetivo de este libro es compartir lo que he aprendido a lo largo de mi vida (y particularmente en los últimos años) en torno al cuidado del planeta y a la transición a estilos de vida más sostenibles. Quiero que mi experiencia, mis preguntas, mis miedos y fracasos sirvan como herramienta para otras personas que quieren aprender a vivir de otra manera, una que no se construya a partir de la opresión y el abuso a la naturaleza, los animales y otros seres humanos, sino a partir de la convivencia equilibrada y respetuosa con el planeta y todos los seres que lo habitan.
Pero lo que quiero compartir aquí no se reduce a asuntos concretos como dejar de utilizar bolsas desechables, apagar las luces que no estamos usando o movilizarnos más en bicicleta. Esas son medidas importantes, por supuesto, pero doy por hecho que una persona que se preocupe al menos mínimamente por su huella ambiental ya está haciendo esas cosas —y seguramente muchas más— y, en todo caso, también sé de primera mano que hay cientos (posiblemente miles) de libros, revistas, blogs y cuentas en redes sociales que se enfocan en compartir ideas prácticas de ese tipo y que pueden adaptarse a todos los estilos de vida.
En este libro quiero compartir aspectos de este proceso a los que siento menos tangibles— y que son imprescindibles, pues si bien las ideas para generar acciones prácticas y concretas son necesarias, si ignoramos la complejidad del contexto en el que existen esas ideas y esas acciones, difícilmente lograremos pasar de las buenas intenciones y llegar a las transformaciones profundas y sistémicas que necesitamos. Por eso este libro es, o espero que sea, diferente: quiero que sirva como una guía básica para empezar a observar los procesos que surgen (o comienzan a hacerse más evidentes) cuando nos interesamos más por el cuidado del planeta, y cuando empezamos a prestarle más atención a lo que pasa a nuestro alrededor y a las diversas maneras en las que los humanos estamos generando impacto en el equilibrio de los ecosistemas que nos sostienen. Quiero que sea algo así como una guía para conectar la cabeza con el corazón, y así generar el terreno fértil en el que las ideas puedan nacer, las emociones puedan conectarse y las acciones concretas realmente puedan crecer y multiplicarse.
Mariana Matija: Fundó un club ecológico cuando tenía siete años y, desde entonces, su vida ha estado marcada por el interés en el cuidado del planeta. Ahora se dedica a explorar y compartir sus experimentos e ideas en torno a la sostenibilidad, a través de textos e ilustraciones en los que aborda temas como la ecología, los derechos de los animales, el feminismo, el consumo responsable, la creatividad, la educación, el medio ambiente, la salud mental, la colaboración, el activismo, la desobediencia civil y cualquier otra cosa que sienta que le ayuda a entender mejor su relación con la Tierra y con todos los seres que la habitan (incluyéndose a sí misma), y que piensa que pueden ser útiles para otras personas que se están haciendo preguntas parecidas -o complementarias- a las suyas.