Porque la noticia del día no es que Messi sigue en el Barsa, sino que ganó la burocracia. Los verdaderos dueños del negocio del fútbol. La pelota gobierna pero el poder está en otro lado. Gobierno y poder no siempre son sinónimos.
Ciudad de México, 4 de septiembre (MaremotoM).- Junio de 2018. Cristiano Ronaldo acaba de ganar la tercera Champions consecutiva con Real Madrid y la cuarta en cinco años. Anuncia que se va en pleno campo de juego. “Fue muy lindo estar en el Madrid”, suelta en pleno festejo. Las razones vienen de hace varios meses, las hay futbolísticas y extra futbolísticas. Lo cierto es que para él es un ciclo cumplido.
Lo operan mediáticamente algunos días pero al final Florentino Pérez lo deja ir. Su cláusula de salida era de 1.000 millones pero se va por 112 millones de euros a la Juventus. Un montón de plata para cualquiera, poca para las cifras que se están manejando hoy en transferencias de jugadores top del mundo y no tan top también. En 2019 por ejemplo Barcelona pagó por Griezmann 120 millones y el Atlético de Madrid 127, por Joao Félix.
Septiembre 2020. Messi manda un burofax comunicando que quiere dejar el Barcelona. Puede irse gratis y presentar un recurso de amparo para firmar y entrenar con el club que quiera. El Barsa podría recurrir al TAS que varios años después daría su fallo. Pasó con la Gata Fernández en su salida del Tigres de México en 2010 y su llegada a Estudiantes de La Plata como jugador libre.
Todas las partes saben que si la cosa va a juicio, a la corta y a la larga, lo gana Messi, pero los dirigentes juegan con el límite de cualquier hincha: que un futbolista le haga juicio a tu club. Lo operan mediáticamente diciendo que se quiere ir gratis y es un desagradecido. El capitán de la contra Sergio Ramos acierta dos tiros en uno: “Se ganó el derecho a decidir su futuro, no sé si lo estará haciendo de la mejor manera”.

Hoy Messi anunció que “Jamás iría a juicio contra el club de mi vida, por eso me voy a quedar en el Barcelona”. De su nota en Goal el textual que más explica la idea inicial es el siguiente: “Siempre dije que quería acabar aquí y siempre dije que me quería quedar aquí. Que quería un proyecto ganador y ganar títulos con el club para seguir agrandando la leyenda del Barcelona. Y la verdad que hace tiempo que no hay proyecto ni hay nada, se van haciendo malabares y van tapando agujeros a medida que van pasando las cosas.”
Un jugador se puede poner un equipo al hombro. Lo que no puede hacer es ponerse al hombro él solo un piano de cola. Hay que ver si en los últimos tres años el Barcelona fue un equipo o un órgano desafinado muy duro de arrastrar. Para reemplazar a Neymar vino Dembele y seis meses después, Coutinho. Para reemplazar a Iniesta vino Arthur.
Que Messi siga en el Barcelona solo es una buena noticia para la nostalgia de lo que fue alguna vez y para los hinchas del Barsa. Mala noticia para la selección argentina porque su mejor jugador y capitán hace tres años sigue jugando todos los partidos como si tuviera 23 pirulos, cuando tiene 33. No rota, ni descansa. Llega fundido a los meses donde se definen las competencias. Hasta hace un año sin él, su equipo podía perder con cualquiera de la liga española, esta temporada hasta con él perdieron partidos insólitos.

Era un ciclo cumplido que solo sigue para confirmar la segunda mala noticia. Los clubes asociaciones civiles son más humanos que los clubes empresa, pero algunos igual son manejados por patrones de estancia disfrazados de presidentes. Por suerte el año que viene hay elecciones en Barcelona. Porque la noticia del día no es que Messi sigue en el Barsa, sino que ganó la burocracia. Los verdaderos dueños del negocio del fútbol.
La pelota gobierna pero el poder está en otro lado. Gobierno y poder no siempre son sinónimos.