Zacatecas, 29 de junio (MaremotoM).- He dispuesto mis cosas en la mesita de noche y me preparo para dormir. Seguro les ha pasado, cierras los ojos y siempre viene a la mente algo que intenta disipar el sueño, si se tiene suerte podemos esquivarlo con un “ya será mañana” de lo contrario nos convierte en su presa. Yo soy presa desde hace semanas de un pendiente sin resolución y es que en esto de habitar las ciudades se tienen varias ideas, mismas que he puesto a prueba. Por principio se cree que vivir en el centro es garantía de seguridad y de que nunca faltarán los servicios públicos, pero ya les he contado de mis batallas contra el ruido y dejaré para otra entrega las peripecias que hay que enfrentar cada día para tener un alojamiento en primera línea del cuadro histórico. Ante el abandono que sufren las fincas, ante el envejecimiento de sus propietarios, ante la proliferación de comercios y alojamientos para turistas, quedan pocos los que realmente se aferran y no han sucumbido ante el coqueteo de los fraccionamientos que se han ido desarrollando a las afueras de la ciudad. Colonias que lo tienen todo pero que nos limitan a una sola manera de vivir a través de un diseño de casa que es siempre el mismo, los materiales que nos rodean son asfalto y tabique, en el mejor de los casos, ladrillo. Hay Oxxo en cada cuadra y desde las ventanas lo único que se puede observar es un tinaco, seguido de otro tinaco y así, hasta el horizonte. Todo desarrollo urbano que se precie de ser la mejor opción tendrá un supermercado, una o varias canchas, estéticas, taquerías y clases de inglés y Taekwondo para los niños.
En estas burbujas de bienestar prospera quien se le proponga a través de cualquier tipo de establecimiento y lo hacen la mayoría de las veces fuera de todo orden. Tierra de nadie, tierra de bonanza. Nosotros sucumbimos ante el encanto de una casa con jardín y reja blanca, el perro era por nuestra cuenta, y a los meses de vivir la experiencia “que lo tiene todo” nos arrepentimos. Entre otras cosas porque en nuestra calle dos vecinos tuvieron la genial idea de abrir un salón de fiestas. Así como se lee. Dos salones rodeados de casas, sin cajones para estacionamiento, sin verificaciones de protección civil, sin el permiso de uso de suelo, sin licencia ambiental, sin anuencia de los vecinos, sin permiso de la presidencia, sin impuestos. Al menos uno de ellos lleva operando un año entero, libre de perturbaciones, y lo seguirá haciendo debido a que la queja que interpusimos hace nueve meses no se le ha podido entregar a la dueña. El otro salón acaba de iniciar actividad hace un mes, auguramos otro año de negligencia antes de que algo suceda.
Es así como el sueño de una casa con jardín y reja blanca se desvaneció antes de que el perro hiciera hoyos en el pasto. Resignado, rasca el duro suelo de la azotea.