No murió por el virus, la primera reacción de las personas que se enteran, es afirmar que murió de covid, sería una explicación lógica. Pero. No. En un segundo momento se tranquilizan y comienzan a describirme con lujo de detalle sus pérdidas y yo me intereso cada vez más por su relato. Al final, ni siquiera hablamos de mi hermano, nos despedimos con gesto desahogado, la misma frase: A Echarle Ganas.
Dedicado a todas las familias que no pudieron decir adiós.
Ciudad de México, 26 de agosto (MaremotoM).- Se dice de la muerte: misión cumplida, llamado de Dios, dicha eterna, encuentro con los seres queridos, se dice. Yo intento acomodar todo esto en la muerte de mi hermano y al menos a mí, no me cuenta nada. Mientras tanto, en casa mi hijo anuncia que debemos jugar y mi esposo que debemos comprar una sala nueva, me duelen sus expresiones, y ellos se duelen de la mía, paralizada a mitad de la cocina sin atinar a cortar una papa.
No murió por el virus, la primera reacción de las personas que se enteran, es afirmar que murió de covid, sería una explicación lógica. Pero. No. En un segundo momento se tranquilizan y comienzan a describirme con lujo de detalle sus pérdidas y yo me intereso cada vez más por su relato. Al final, ni siquiera hablamos de mi hermano, nos despedimos con gesto desahogado, la misma frase: A Echarle Ganas.
Él mismo era de pocas palabras, son breves los adjetivos que lo describen y es más lo que se mueve en la sombra de nuestra historia. Hay algo que si dijimos, que duele más saber que perdemos lo que suponíamos ganado, nuestra triada de perpetua orfandad, al menos nos teníamos a nosotros. Eso. Tocamos la coronilla de nuestro hermano y decimos adiós, entre otras cosas le hablábamos de que es su elección y él se siente indeciso al pensarlo. ¿Nos dejas porque lo eliges? ¿Callas porque lo eliges también? Y pensamos si fuimos buenas o malas hermanas, pedimos perdón. Él responde: son cosas que pasan.

Y sucede, una velación de cinco horas en una sala vacía, unas ramas de romero adornadas con violetas a falta de una florería abierta a las tres de la mañana, minutos de espera porque no llega ningún padre a dar la bendición y tú, impasible, no sé si ríes o si estoy perdiendo lucidez y veo agitación en tu pecho. Las misas son virtuales también. La familia no sabe si acudir y acercarse, igual lloramos por los hermanos amados y perdidos, por las madres y hermanas, por la familia extinta, por la herida que creíamos sanada y que ha vuelto a brotar.
Entonces me digo: que fortuna que al menos tuvimos esto. Y pienso en todas la familias que solo pudieron imaginarlo.