Este poeta y narrador mexicano publica el libro Dicen las jacarandas (Ediciones Era) y sus poemas se manejan como una obra musical, en donde hay una parte coral, donde testigos cuentan qué les pasa con estos árboles hermosos.
Ciudad de México, 16 de febrero (MaremotoM).- Pensar en las jacarandas como se piensa en los cerezos de Japón. Ver a esa flor como parte de una identidad mexicana, en cierta parte del país, disfrutar de su perfume, de su prestancia para ser, poner la melancolía y el amor en esa planta que nos vigila a diario.
Así siente Alberto Ruy Sánchez, poeta y narrador mexicano, en el libro Dicen las jacarandas (Ediciones Era).
Se vale también de muchos testigos, como Sasha Sokol, como Aurelio Asiain, que dice: “Hace mil años, para suplir en la veneración del pueblo la flor del ciruelo amada por los chinos, el emperador de Japón mandó plantar árboles de cerezo en todo el país, encomendó a los poetas que escribieran poemas sobre sus flores e impulsó la contemplación ritual que aún congrega cada año a multitudes y atrae a gente de todo el mundo. Los cerezos se multiplicaron en las antologías de poemas, las novelas y todas las artes, y aun en la meditación religiosa y la reflexión filosófica”.
“En la ciudad de México se transmutaron en jacarandas: fue por obra de un jardinero japonés como estos árboles llenaron, hace menos de un siglo, calles, parques y plazas. Su florecimiento anual provoca el entusiasmo de muchos, pero en Alberto Ruy Sánchez el asombro se ha convertido en un rito; es decir, en un disciplinado fervor. Si su libro anterior de poemas se demoraba en la contemplación de la amada, éste atiende a la aparición de las flores en el árbol y al florecimiento de los sentidos en la meditación”, agrega.

–Has mezclado poesía con cierta crónica en Dicen las jacarandas, ¿verdad?
–Yo soy mezclador, por supuesto. Llevé la obsesión mucho tiempo, publiqué en redes y eso crea una conversación con la gente.
–Ojalá las jacarandas fueran como los cerezos para Japón…
–Sí, eso es lo que explaya Aurelio Asiain, se convierte en una propuesta civil, es importante en la ciudad la dimensión no sólo de naturaleza, de estética, de afirmación vital, de todas las afirmaciones que hay en la vida. La idea es que seríamos mejores ciudadanos si cuidáramos mejor nuestras plantas en la ciudad.
–Tú vives cerca de las jacarandas, en la Roma
–La primera base de Matsumoto, el japonés que introdujo a las jacarandas en México, está en la colonia Roma. Afuera de mi casa hay una jacaranda.
–¿Hay posibilidades de que las jacarandas fueran exterminadas?
–Esa es la otra dimensión, está el asombro frente a la floración súbita de las jacarandas, durante esos dos meses la jacaranda sigue creciendo como si no se le hubieran caído todas las flores. Después del asombro, te das cuenta de que mucha gente no aprecia eso como belleza. Hay gente que siente que le ensucia su banqueta, el servicio de limpia de teléfonos y de la luz alquila a empresas que deshacen las jacarandas, hay problemas inmobiliarios, de personas que las arrancan para construir un edificio. Hay una enorme guerra de la inconciencia hacia la importancia de las jacarandas y mi libro es además de otras cosas una lucha civil.
–¿Qué piensas de México, las miras a través de las jacarandas?
–Para empezar hay otra dimensión social e ideológica y es que la jacaranda es un árbol migrante. Cómo la migración se convierte en algo nacional. Si uno pone atención hay jacarandas en muchísimos lugares. A veces son especies un poco diferentes, algunas florecen dos veces al año, la de aquí florece una vez al año. Lo que sí es importante es que hay muchas, tenemos que cuidar las que hay y que sería muy sano que plantáramos más. La gente tiene miedo de que inunde su banqueta, eso pasa si la siembras mal.

–La palabra hace propio lo que es impropio. En ese sentido, tus poemas y todo el transcurrir al lado de las jacarandas refleja esa cosa tan mexicana que tiene
–Claro, eso te hace sentir que sí son nuestras. De alguna manera todos somos migrantes, un poco de todas partes. Hay muchas otras flores maravillosas en cada ciudad, pero el hecho de que haya una identificación con las jacarandas, es importante. La gente aprecia a la jacaranda no sólo cuándo florece, sino le gusta el árbol con el verde, con esas hojas que son como plumaje, de una elegancia increíble: es una expresión de la belleza de la ciudad.
–Terminas con su silencio es palabra…
–De alguna manera yo soy hijo de esa generación, que piensa que las cosas del mundo son parte de un lenguaje. Así me eduqué, que todo expresa y que nosotros tenemos que descifrar los códigos evidentes y los códigos ocultos. Ciertas palabras y conceptos que son las flores son proposiciones importantes. Hay que saber leer y saber pronunciar, la poesía con su carácter excepcional nos demuestra que es importante reconocer que son parte de la vida.
–Es importante que hables del lenguaje, ¿cómo escribiste estos poemas?
–Es el producto de muchos años. Vivo con el tema y la preocupación de la escritura durante mucho tiempo. En el libro de poemas anteriores, que es la experiencia de despertar con alguien, también fue un libro de muchos años. Escribo, reescribo, publico de alguna manera que es un boceto…para eso está mi colaboración en SinEmbargo. Al publicarlo como un video, me hace sentir que hay que retomarlo y escribirlo. Al final tengo un conjunto que la tomo como una partitura. Aquí, por ejemplo, hay una parte coral, hay otra parte reflexiva y las partes anteriores están pensadas como composición musical.

–El paisaje en México adquiere como una cosa social…
–Además, el crear el espacio, el escenario, en el cual lo terrible existe, que no ocupa todo el espacio. Para mí las jacarandas son islas de luz.