En la novela de Saramago sólo la esposa del médico ve y en torno a la pareja se conforma una sociedad con sus atributos positivos y también con toda la miseria de la que somos capaces de producir como humanos egoístas y tiránicos.
Xalapa, Veracruz, 19 de abril (MaremotoM).- Desde que comenzó la contingencia en otros países a propósito del virus COVID-19, el libro que recurrente ha venido a mi memoria es Ensayo sobre la ceguera, del gran portugués José Saramago. No La peste de Albert Camus, no el Apocalipsis de la Biblia ni los infiernos de Dante.
Recuerdo que en el 2000 leí esta novela cuando nos tocó ser parte de los miedos ancestrales por el cambio de siglo, el terror a un desastre económico porque se borrarían los números en los sistemas, el daño real a la capa de ozono y tantos otros escenarios que anunciaban cataclismos en puerta. Sucedió la caída de las Torres en Nueva York y se avivó el horror, seguro habría una Tercera Guerra Mundial. Pero al parecer, aquellas formas bélicas se habían quedado en el siglo XX, aún había futuro y ganas de hacer bebés mientras que los hipermillonarios con su hipercapitalismo saqueaban la Tierra y las almas ya no de sus esclavos sino de sus voluntarios consumidores.
La novela de Saramago es un ensayo que postula: no hay ciegos sino cegueras.
La publicó en el cierre del siglo pasado y en la portada de una de las ediciones vemos, los que vemos, a un hombre con las cuencas de sus ojos vacías, es un detalle del cuadro La parábola de los ciegos (1568) de Pieter Brueghel. La caída inminente del resto de los hombres que se guían en fila por medio de palos o con su mano en el hombro del de adelante, nos habla de la importancia del sentido de comunidad pero también enseña que si quien guía es un ciego y cae al hoyo, todos irán tras de él.
En la novela de Saramago sólo la esposa del médico ve y en torno a la pareja se conforma una sociedad con sus atributos positivos y también con toda la miseria de la que somos capaces de producir como humanos egoístas y tiránicos.
No pedimos vivir este presente pero somos parte de él.
No nos imaginamos sentir tan cercanas ficciones como la que comento o la novela La carretera de Cormac McCarthy.
No contemplamos un encierro por contingencia sanitaria, ni sus situaciones colaterales. Mucho menos que interrumpiríamos lo que parece imposible hacer, el ritmo de la vida, el ritmo de las instituciones, lo que aparentemente es inamovible, hoy todo es posible.
Y esto nos provoca miedo y es bueno aceptar el miedo.
Nos provoca incertidumbre y debemos verla a los ojos.
No hay ciegos sino cegueras.
A nosotros, los profesores, nos llegó el día de poner en prácticas otras formas didácticas, de la mano de ustedes, como los personajes de Saramago, estamos en la búsqueda creativa de lograrlo.
A ustedes, de golpe, les llegó también el día de posicionarse en una enseñanza autónoma, no tengan miedo a ustedes mismos, a no entender, a no ser capaces. ¡Ustedes son capaces, creativos y serán más fuertes cuando esto se calme!
La literatura es nuestro bastión, trinchera, aliado, usen la imagen y metáfora que quieran, pero vean sin ojos lo que esto implica. Como estudiantes de la lengua y los discursos, así cursen el segundo semestre, están listos con las mejores herramientas: su propia inteligencia y su instinto.
Es un hecho prácticamente que debemos terminar el semestre en línea, créanme, confíen también en nosotros, más que sus maestros, sus guías que nos esforzamos por no hacernos caer. Ustedes son nuestra prioridad y somos una comunidad que defenderá con convicción lo que beneficie al grupo, no desde lo individual porque no es momento de pensar en lo particular sino plantarnos fuertes para subsanar y que este virus cruel (que se ensaña con quienes menos fuerzas o posibilidades tiene) nos permita ver lo verdaderamente prioritario en nuestras vidas.
El apoyo que como institución la Universidad Veracruzana aporta, dado que no todos los estudiantes e incluso profesores tuvieron los medios para llevar educación a distancia, es el darse de baja extemporánea. Solicito encarecidamente su apoyo para que se reporten cuanto antes con la Mtra. Itzel González para hacerlo, si es que valoran que es lo mejor para tal o cual EE.

Para quienes sí lograron estar en contacto y trabajaron, los conmino a continuar, a no desanimarse y ser fuertes con todo lo que tienen que lidiar en casa, desde lo familiar, económico, emocional y físico.
Esto pasará pero nos dejará cambios, aprendizajes, quizá lutos (deseo en el alma que no) y también una enorme energía para vivir, abrazar, amar y seguir teniendo planes, porque el futuro es de ustedes, jóvenes, hoy más que nunca, no es un cliché, este virus con guadaña en mano quiere llevarse a nuestros padres, a nuestros abuelos.
A los profesores les solicitaremos lo mismo, seguir con su compromiso, no soltarnos hasta el final.
Termino mi mensaje con un diálogo de Ensayo sobre la ceguera, la mujer del médico en una escena en la que pide silencio a todos, porque “hay ocasiones en las que de nada sirven las palabras, ojalá pudiera llorar yo también, decirlo todo con lágrimas, no tener que hablar para ser entendida”.
Pero las palabras, recuerden, sí son nuestro territorio.