Y ahora son las feministas, esas que 10 minutos antes de la partida, comienzan a llamar a gritos a la concentración: “Aleeeeerta… Alerta, alerta, que camina, la lucha feminista por América Latina”.
Ciudad de México, 27 de agosto (MaremotoM).- Y ahora, más que en ningún otro momento, aquellas personas que combaten el machismo y cualquier otra forma de violencia contra las mujeres sienten la necesidad de cambiar su pasividad por arrojo. Que las mujeres salgan de sus casas, tomen las calles para apropiarse del espacio público, es transgresor y más en tiempos de COVID-19, de inseguridad pública por que “por mala suerte” te roben o te maten, o de inseguridad (esa de siempre) para las mujeres, algo que ya no están dispuestas a tolerar, por lo que este martes fueron a plantarse frente a la corporación local para denunciar abusos y negligencias.
Las feministas de Guanajuato capital no quisieron quedarse calladas ante lo ocurrido a sus “hermanas” de León. Dejaron claro que no necesitan ser un centenar para que su grito de rabia y exigencia de justicia provoque una reacción entre la población, sean pasajeros subidos en algún ruinoso camión del transporte público, o comensales que las observan con morbo y curiosidad, como parte del espectáculo que incluye un mariachi, desde las ventanas de un tradicional pero exclusivo restaurante.

Con miedo, con coraje, como sea, rompieron el cerco social y de salubridad, salieron a las calles, lo hicieron por ellas, sus “hermanas” leonesas que sufrieron el embate de la represión policiaca cuando protestaban precisamente por los abusos sexuales cometidos por un elemento la Secretaría de Seguridad Pública de León y que dejó una veintena de detenidas con lujo de violencia el sábado 22 de agosto.
Al tiempo que la manifestación capitalina comenzaba con sus preparativos, a las 4:30 pm, apenas unas cuadras arriba, justo en la entrada al Barrio de Gavilanes, una mujer de 21 años era asesinada.
“Gana el duelo quien tenga más pulmón”
La cita en la capital del estado fue a las 5 de la tarde frente al Teatro Juárez, ese que fuera el símbolo de la excelencia, de la cultura, del refinamiento. De la “Grandeza de México”, para acabar pronto. Sin embargo, el que fuera también símbolo del clasismo cuevanense parece estar mutando: apenas hace mes y medio fue escenario elegido por familias de personas desaparecidas en Guanajuato para instalar un plantón en rechazo al manejo que está realizando el gobierno del estado ante este fenómeno que cobra cada día más víctimas.
Y ahora son las feministas, esas que 10 minutos antes de la partida, comienzan a llamar a gritos a la concentración: “Aleeeeerta… Alerta, alerta, que camina, la lucha feminista por América Latina”.
Se da la orden de organizarse y lo que era un reducido grupo de mujeres jóvenes vestidas de negro y con diferentes prendas distintivas del movimiento feminista (pañuelos morados o verdes, o ambos), se alinea y se extiende a lo largo de la fachada del Juárez.

Extienden sus cartulinas, sus consignas, suenan sus tambores, sus garrafones de agua vacíos y se preparan para realizar una marcha escandalosa y que mueva conciencias.
En ese momento, cosa curiosa: a un mariachi “se le ocurre” empezar a tocar. Los pulmones de unos contra las ganas de gritar de las otras. La juventud se impone: “Canción sin miedo” retumba entre los pilares y envuelve a la multitud de espectadores congregados a lo largo del Jardín Unón.
Porque sin miedo y hasta con júbilo, a estas muchachas parece que se les olvidó que apenas tres días antes, la Policía de la ciudad vecina castigó con dureza y hasta fuerza excesiva, por decir lo menos, a mujeres como ellas: jóvenes, ruidosas, vestidas negro, usando medias de red, usando máscaras a lo Pussy Riot, pero también a esas que llevan playera blanca o amarilla, e incluso rosa, pero que igualmente están ahí, gritando a todo pulmón.
También parecen olvidar que el último movimiento por los derechos humanos que usó este escenario fue igualmente reprimido: madres y hermanas de desaparecidos fueron golpeadas por policías antimotines.
Portan cubrebocas e intentan marchar con sana distancia para defenderse del coronavirus, pero tienen claro que para defenderse de las violencias machistas históricas tendrán que emplear una estrategia que solo funcionará si es acompañada por su hermana, por su amiga, por una desconocida que no dudará en protegerla, de ser necesario.
Porque hay quien, incluso, salió “en calzones”, literal. Mostrando la ropa interior, ya sea usándolos por encina de unos leggins negros, o por abajo de unas medias negras y nada más, las formas femeninas se remarcan sin revelar por completo “la cuerpa”, esa que enfrenta la violencia diaria, pero que ahora, rodeada de otras mujeres, se sabe a salvo. “¡La policía no me cuida, me cuidan mis amigas!”.

Guanajuato, tierra de valientes
Minutos después de las 5 de la tarde, una multitud de curiosos quizá mayor que el propio contingente feminista mira con una mezcla de fascinación y reprobación a “esas pinches viejas revoltosas”.
El grupo sale del Jardín Unión, y aunque pasa frente a la Basílica Colegiata de Nuestra Señora de Guanajuato, ninguna chica se santigua. Empieza a rodear la glorieta de la Paz y sube el pequeño callejón hacia la calle Pocitos. Avanzan rápido, solo permiten una ojeada rápida al imponente y hermoso edificio de la Universidad, cuyas escalinatas están prohibidas por ahora. Marchan ruidosamente sobre Pocitos, obligando a los vecinos a salir a los balcones y averiguar el por qué de tanto alboroto… Ya casi llegando a la Alhóndiga de Granaditas, un policía alcanza a tomarles una última fotografía antes de meterse corriendo junto con otros oficiales y cerrar presurosos la puerta, esa que dicen que El Pípila incendió hace unos años. El feminismo parece causar tanto temor como en su momento el movimiento independentista.
Las jóvenes no se detienen ante el monumento, harán patria de otra manera: haciendo matria.
Avanzan presurosas sobre la calle 28 de Septiembre para alcanzar, por fin, la explanada de la Alhóndiga. Ahí, religiosamente, cumplen con el ritual feminista de entonar la “Canción sin miedo” de Vivir Quintana, pero no olvidan su objetivo: la Dirección de Policía Municipal Preventiva, que se encuentra a unos metros, y hacia allá se encaminan. Para entonces ya se sumaron algunas chicas más, pero realmente el tamaño del grupo no importa, porque se requirió de mucho valor para ir ante el riesgo velado de una represión policiaca, pero aún más coraje para quedarse y aceptar ese riesgo.
Al llegar ahí, gritan consignas, toman un descanso, comparten galletas y agua, dibujan siluetas de mujeres asesinadas que luego rellenan con pétalos de flores.
Feminicidio en la Panorámica
Su nombre era María Denis. Dos hombres a bordo de motocicletas le dispararon sobre la cabeza y cuerpo mientras transitaba por la Panorámica. Su cuerpo quedó sobre la vía pública por casi 3 horas, hasta que alrededor de las 7:00 pm llegó el Servicio Médico Forense de la Fiscalía General del Estado para proceder con el levantamiento del cadáver.
A esa misma hora e ignorantes del hecho, las feministas de Guanajuato daban testimonio de los diferentes episodios en los que la Policía local se ha visto involucrada como sospechos de homicidio, responsable de violencia o abuso, o cuando por su omisión o indiferencia permitió que un daño o conducta delictiva se extendiera a lo largo del tiempo.
Tras levantar el puño y guardar un minuto de silencio, se levantan y avanzan en orden con dirección a la Alhóndiga bajo la mirada de los oficiales de policía repartidos discretamente en los alrededores, pero también bajo las burlas de más de un varón, sin que importe la edad de este. El machismo infecta lo mismo a ancianos que a jóvenes.
Al llegar nuevamente a la explanada de la Alhóndiga hacen la coreografía de “Un violador en tu camino”, del colectivo Las Tesis, luego, en un momento inspirado, realizan un performance doloroso por lo real e inmediato: todas ellas se tiran al piso y fingen estar muertas.
Posdata: Las que queden vivas, que marchen.
Fuente: PopLab / Original aquí.