Ciudad de México, 1 de octubre (MaremotoM).-Sólo Walt Disney pudo imaginar alguna vez que la primera estrella de sus películas clásicas de animación, Mickey Mouse, llegaría a tener una gran influencia en el espectáculo del cine a través del años y probar que el público todavía puede sentir alguna simpatía por los repelentes ratones y ratas que son una amenaza para la salud, en el mundo de hoy. Convertirlos en figuras simpáticas, participantes de un mundo en movimiento, que pueden solucionar su propia existencia y también dar entretenimiento al público que sigue sus aventuras en la pantalla, ha sido el mayor desafío de cualquier creador cinematográfico.
Desde aquel singular personaje creado por Disney, en la década del 30 en el siglo pasado, hasta nuestros días, han aparecido muchos parientes de Mickey que con igual, mayor o menor fortuna, han conseguido establecerse como figuras taquilleras; por ejemplo su pareja Mimí, con la que ha protagonizado no sólo cortos sino también algunos largometrajes; Bernardo y Bianca, con todo y su secuela Aventuras en Cangurolandia; el célebre Gus-Gus de un clásico de animación, La Cenicienta; Speedy González; hasta Stuart Little, con todo y secuela también.
Un caso reciente es Remy de Ratatouille, la película de Brad Bird, con la que dio un giro importante en la presencia de estos animalillos en el cine de animación; aunque también hay que darle crédito a David Bowers y Sam Fell quienes nos sorprendieron con Lo que el agua se llevó (Flushed Away), donde se planteaba la existencia de un mundo paralelo a la ciudad de Londres, donde imperaba una galería de ratones que mucho se parecían a los pícaros de las novelas de Dickens que tenían como escenario la capital inglesa.
Sin embargo, su propuesta no tuvo el gran éxito que sus anteriores propuestas de animación con plastilina, Pollitos en fuga y Wallace y Gromit: La batalla de los vegetales, porque escogieron la animación digital para su historia de ratones, aunque debe se reconocida su gran inspiración para crear un buen vehículo de entretenimiento.

Con todo el camino que antes habían pavimentado otros expertos del género, Brad Bird se presentó como el gran creador porque sus anteriores películas, El gigante de hierro y Los increíbles (con la que obtuvo el Oscar de animación en 2005), y Ratatouille es una película que incluimos entre nuestras favoritas, porque reincide en hacer una defensa de las criaturas marginales y porque reitera en ese amor desmedido a una ciudad excepcional como París, que ha sido la obsesión de muchos otros cineastas de Hollywood pertenezcan o no a la especialidad de cine animado.
En ese entorno tan especial, el personaje de Remy también es una propuesta para sugerirle al espectador la importancia que tiene la comida gourmet, la batalla que expertos en nutrición le han dado a la comida ‘basura’, y que forma parte también de una cruzada que el propio realizador, junto con John Lasseter en su momento, dentro de entonces nuevo imperio de Pixar, además de sus también en ese entonces socios en los Estudios Disney, para crear esa conciencia del buen comer del que hace gala y exaltación el personaje de Remy.

En un futuro, cuando otras películas se establezcan como las defensoras de la fiebre gourmet en el mundo, la referencia obligada de Ratatouille será avalada por la gran cantidad de espectadores que tuvo en su momento en las salas de exhibición; además del obtenido en sus lanzamiento en DVD y en sus transmisiones por la televisión de paga; dentro del cine gourmet, al igual que otras películas de acción viva como Comer, beber y amar, de Ang Lee o bien “La gran comilona” de Marco Ferreri.
En 2008, la película obtuvo el Oscar de la Academia como Mejor película de animación; además de haber sido candidata para el mismo premio, dentro de las categorías de Mejor banda sonora, Mejor guión original, Mejor sonido y Mejor edición de sonido.
En su doblaje en español, Ratatouille contó con la voz protagónica de Sergio Bonilla; mientras que la voz en español del padre del mismo corrió a cargo de Héctor Bonilla.