Manuel Vilas, uno de los cinco candidatos a la III Bienal Mario Vargas Llosa, ha escrito una novela genial y autobiográfica. Una novela de la desesperación y del agradecimiento: Ordesa (Alfaguara)
Guadalajara, Jalisco, 30 de mayo (MaremotoM).- Manuel Vilas es un poeta y narrador español. Uno de los cinco candidatos al premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa. “Me siento como en un examen”, dice riéndose un poco para adentro, en un concurso que tal vez tenga poco que ver con la literatura pero la dote de 100 mil dólares nos hace pensar en unas largas vacaciones, con daiquiris muy bien hechos.
Claro que él no bebe desde hace cinco años y escribió esta novela, Ordesa(el mejor libro del año en España en 2018) sin una gota de alcohol, con la convicción terapéutica primera y también con ese sentido de que a las novelas la verdad, de que a las novelas los sentimientos, aburrido como está -estamos- de la ficción.
Todos le preguntan cómo pasar de la poesía a la novela, lo mismo que le preguntaban a Julián Herbert cuando escribió Canción de tumba(esa historia tremenda dedicada a su madre), pero nadie dice lo difícil que es escribir poesía. “De eso nadie habla, supongo es porque ya nadie lee poesía, pero mi novela estaba predicha en la poesía”, dice Manuel Vilas, todo vestido de blanco, en un sillón del Hilton, donde recuerda a su perro, con el que vivió14 años y sufrió mucho por su pérdida y donde admite que como su padre era español, ni modo, él también debe serlo.
¿Qué opinan los autores de España de su éxito?, le preguntamos y dice con picardía: “Mejor el éxito que el fracaso”, mientras en su vida ordenada no es forofo de ningún equipo de futbol, eso sí, es melómano y escribe su segunda novela autobiográfica.
De sus libros de poemas podemos destacar su poemario Resurrección que ganó en 2005 el Premio Gil de Biedma de poesía. Otros títulos importantes en su obra son Calor (Premio Fray Luis de León), Gran Vilas (Premio Ciudad de Melilla) y El hundimiento (Premio Internacional de Poesía Generación del 27). En el año 2010 publicó una recopilación de su obra poética con el título de Amor. En 2016 publicó Poesía completa.
Es autor de las novelas España, Aire Nuestro, Los inmortales y El luminoso regalo. Además ha escrito libros de relatos como Zeta y Setecientos millones de rinocerontes (Alfaguara, 2015).

–Antes de empezar a leer su novela pensaba que Ordesa era una ciudad suiza, que me iba a hablar de quesos…
–Es el nombre de unas montañas en el norte de España. Es un topónimo. Es un lugar montañoso, que a mi padre le gustaba porque era muy hermoso. Lo elegí porque era un recuerdo familiar, traía a mi memoria los domingos de verano a principios de los 70 y era un lugar que emocionalmente muy cargado de memoria, de felicidad, de cosas buenas y que traía a mi presente la vida de mi padre.
–Leí algunas notas sobre usted, me llamó la atención que uno viniendo de la clase social baja no hace ajuste de cuentas con sus padres
–Yo viniendo de donde vengo no podría sino agradecer. El ajuste de cuentas se lo dejo a la aristocracia. Qué le voy a decir yo a mi padre y a mi madre. Con lo que tuvieron que pasar, mi padre que vivió la Guerra Civil, que pasó hambre, que su padre fue represaliado por Franco, mi madre, cuyo padre se suicidó y me sacaron a mí adelante. Agradecimiento absoluto. Ahora bien, aparte de eso, había que contar todo, porque sino no tiene sentido. Estaban las sombras de mi familia que yo quería narrar, pues es un libro de celebración de la verdad. ¿Por qué ha de incomodarnos tanto la verdad? Es lo que pasó y ya está.
–¿Qué pasa con la autobiografía, qué pasa con la verdad?
–Creo que la literatura siempre está en movimiento. Tiene que ver con sociedades donde la democracia se asienta y los escritores empiezan a buscar espacios donde poder ejercer la libertad, el espacio autobiográfico es un espacio para decir la verdad y que nadie te mate por eso. Eso solo lo pueden hacer en sociedades libres. No es lo mismo la autoficción que la autobiografía. A mí la autoficción no me interesa.
–Ese mezclarse el autor con lo que va contando…
–Sí, pero yo no soy ese. Yo no hice autoficción. Algunas cosas mías de otros libros, sí, pero en esta novela no. Es una cosa bastante clásica lo que hay. Soy un señor narrador que cuenta una historia familiar. Al lector por otro lado le importa un pimiento el género. Abre un libro y le interesa o no le interesa. Nosotros sí que perdemos mucho tiempo en determinar qué es.
–Más que de autoficción es una novela de desesperación
–Sí, es una novela muy desesperada, porque donde hay amor siempre hay desesperación.
–¿Estaba muy mal cuando empezó a escribir esta novela?
–Sí, me estaba divorciando y tenía un problema de alcoholismo. Lo cuento ahí con pelos y señales.
–¿Esta novela lo ayudó a salvarse?
–Sí, algo de terapia tenía, algo de catarsis, nombrar lo oscuro, lo que te duele, no sabes ni siquiera el nombre que tiene. Una vez que le das nombre puedes convivir con ese monstruo. En el fondo no es más que la novela de alguien que se siente desamparado, que se siente huérfano, desvalido, muy vulnerable y busca un cobijo. El cobijo que busca son su padre y su madre que están muertos. Lo cual alimenta su desesperación, pero por otro lado encuentra a dos fantasmas que todavía están allí. Es una historia que tenía que escribir porque la alternativa era no escribirla y mandarla al olvido.
–El alcohol también genera olvido
–Bueno, yo he dejado de beber. Hace cinco años que no bebo. La novela está escrita sin alcohol.

–No sé cuántas novelas voy a leer hasta que me muera, pero los juegos literarios me aburren, quisiera leer muchas novelas como Ordesa
–No puedo más que estar de acuerdo contigo. Lo he sentido como lector tanto, que he escrito esta novela. He sido lector de novelas y tengo un cansancio de la ficción. He leído muchas novelas y son demasiadas, no tengo nada en contra de la ficción, pero en mi momento vital necesito ver una autenticidad en eso. Porque los personajes de ficción son esos, personajes de ficción. Quiero personajes que estuvieran bajo la luz del sol de verdad y por eso soy lector de libros como este. Si hay muchos libros así es porque el lector también quiere estos libros porque se ha cansado de la ficción.
–Todo el mundo le pregunta cómo pasarse de la poesía a la novela, pero nadie le pregunta lo difícil que es escribir poesía
–Eso no lo dice nadie. Como la gente no lee poesía, si yo por la poesía que he escrito, estaba prefigurado lo que iba a venir. Como la poesía no la lee, puedes escribir 20 libros de poesía maravillosos y de pronto escribes una novela y todo el mundo lee la novela. Se olvidan de los libros de poemas.
–¿Qué poetas le gustan?
–Me gusta mucho el peruano César Vallejo. Es un gran poeta de la desolación y de la orfandad. Un poeta desvalido y del desamparo. Es un poeta absolutamente de Ordesa. Me gusta mucho Octavio Paz, que tiene un libro maravilloso que se llama Árbol adentro. Esas lecturas que te marcan. Hay un poema allí que se llama “Costas”, un poema sobre la amistad, que es precioso.
–¿Qué pasa con los puentes literarios entre España y Latinoamérica?
–Que tienen que potenciarse, que tienen que crecer. Creo que falta mucha comunicación. Decir literatura española, mexicana, peruana, recordar todo el rato la identidad nacional es inútil. Yo hablaría de literatura en español. Intentaría crear más puentes y evitar fronteras. Es la tendencia que hay en el mundo. Vivo en Madrid, pero he pasado mucho tiempo en Estados Unidos. Escribí un libro sobre ese país. Ahí cuento viajes por los Estados Unidos y describo la sociedad americana. Es un libro muy narrativo, es un país que para un escritor está muy bien, pues está lleno de contradicciones y energía.
–¿Cómo es el éxito de Ordesaen España?
–Para mí mejor el éxito que el fracaso. Lo que más agradezco es el aprecio de los lectores y que la hagan echo suya. Donde pongo a mi padre y a mi madre, que los lectores pongan a su padre y a su madre. Con lo que me quedo.
–Habla de España, pero uno puede leer la novela desde cualquier país
–Es lo que pasa en Italia. Los italianos la entienden perfectamente y es un éxito la novela. Creo que hay una cosa que es internacional y eso es la clase media. La clase media en los 60 se construyó en todo el mundo occidental. En esos años agarraron una prosperidad económica y se creó la clase media. Esta novela habla de eso.
–Tiene usted una vida ordenada, ¿le gusta el futbol, le gusta un rock?
–No soy de ningún equipo. Me gusta mucho la música. Soy muy melómano y llevo una vida muy normal. Ahora viajo muchísimo, desde que salió la novela, no he dejado de viajar, lo que me permite encontrarme con los lectores de la novela. Eso es para mí muy agradable.
–¿Qué sentimientos le despierta estar en esta Bienal?
–Estar en México me encanta. Todo lo que sea motivo para estar acá es encantador. Claro que han elegido un formato que desgasta mucho psicológicamente. Llevamos varios días conviviendo, con el jurado también. Yo nunca había vivido algo así. Es una sensación como si estuvieras haciendo un examen. Miraba la cara del profesor y yo pensaba: ¿Me aprobará o me suspenderá? Cuando me encuentro con el jurado me los quedo mirando. Eso no va con la literatura.
–¿Qué siente con respecto a España?
–Es mi país. No podemos elegir el país en el que nacemos. Eso te determina para siempre. España tuvo en el siglo XX una Guerra Civil, que es un fracaso colectivo, un país que tiene problemas de identidad. Te obliga a estar pensando en él todo el rato, no te deja tranquilo, pero es mi país. Yo digo en la novela: mi padre era español y por amor a mi padre, pues bien…