Gente, estudiosos, escritores, pero principalmente… lectores, son puestos en entredicho porque no estudiaron literatura y además son llamados farsantes.
Ciudad de México, 11 de noviembre (MaremotoM).- Imaginen que les dicen “la literatura sólo puede ser leída por quienes estudiaron letras”. Sería absurdo, ¿verdad?
Ahora imaginen que les digan “sólo quienes estudiaron letras son capaces de escribir literatura”. También sería absurdo. No hay duda de ello. Infinidad de escritores han trabajado durante décadas con la literatura, escribiéndola, pero también enseñándola, mostrándola, compartiendo algo de ella.
Ahora imaginen que les digan “sólo quienes han estudiado letras pueden dar cursos de literatura, los demás son mediocres, gente que no sabe, farsantes”. Imaginen por un momento que esos amantes de la literatura, de la lectura, de la poesía y quienes la estudian de distinta manera, empírica, teórica, mediante algún método de estudio que no sea la “ciencia literaria” (sí, cof, cof), la teoría literaria, sean puestos en el saco de farsantes. Gente, estudiosos, escritores, pero principalmente… lectores, son puestos en entredicho porque no estudiaron literatura y además son llamados farsantes.
Imaginen que muchos de ustedes, de nosotros, son llamados así por gente que ha estudiado algún grado de literatura. ¿No les parece absurdo? ¿No es este discurso el que ha puesto en un pedestal a la literatura, haciéndola ver como algo exclusivo de las élites, de los intelectuales?
¿No hemos luchado como país, como continente, para que la literatura se acerque a la gente de a pie, no a los estudiosos, no a los doctores y postdoctores (cuya función está en otro asunto) y no sea vista como parte de las élites?
Llama la atención que los cursos de un médico veterinario puedan llamar a más asistentes que los impartidos por un doctor en letras o que una editorial prefiera como prologuista a una escritora leída por miles de personas en lugar de a una doctora leída en un nicho muy particular. Llama la atención, pero no por las razones mencionadas.
Porque el discurso pareciera decir que la gente es tonta y elige a no estudiosos profesionales de la literatura, a cualquier cosa, porque es tonta, porque no tiene la lucidez de un PhD. en letras. Y, créanme, este discurso me parece repreocupante. Y lo es. La literatura se convierte en una disciplina similar a la medicina. No se puede compartir, nadie puede dar cursos, porque, oh, la gente no sabe. Es tonta, sólo un doctor en letras es capaz de dilucidar, de mostrar la luz. Gente, es como si les dijera, saben qué, ustedes son ignorantes. No son capaces de entender la literatura, necesitan a un guía con PhD, con postdoctorado, de preferencia que sea SNI para que les explique a Mariana Enríquez, a Mario Levrero, a Inés Arredondo. Y que nadie se atreva a tocarlos, a recomendar lecturas en cursos porque no tienen idea. Eso es sólo para los doctores en letras.
Habría que volver a entender qué son y qué hacen las disciplinas literarias. Y no por ello pensar ni predicar diciendo a los cuatro vientos que sólo los versados en ellas pueden enseñar, amar, comprender y leer literatura (además, siendo muy sincero, la gente de a pie también, si quisiera y pudiera superar el aburrimiento que generan muchas de estas lecturas académicas, bien podría leer teoría literaria, pragmática, teoría de la comunicación, lingüística, filosofía del arte, estética, etc., y, sí, hablar y hablar y hasta dar cursos sobre ella, sobre esto).
No seamos mediocres y pensemos este tipo de barbaridades elitistas y megalómanas, por favor.