Al Villa con amor

QUE LA CUENTEN COMO QUIERAN | Al villa con amor

A partir de un cambio de camisetas en una noche montevideana, Juan Stanisci decide escribir la historia de un club humilde y popular de los márgenes montevideanos. Villa Española: el barrio de Obdulio Varela, Canario Luna, el candombe y las luchas populares. Hoy mantiene sus valores y pelea por una cultura de barrio. Acá su historia.

Buenos Aires, 21 de octubre (MaremotoM).- El traqueteo de dos valijas con rueditas fue la banda de sonido de toda la tarde. Habíamos llegado a Montevideo pasado el mediodía como primera parada de un viaje casi eterno hasta La Habana.

Lo que al principio era ilusión por conocer la capital de Uruguay, terminó siendo una larga espera hasta la llegada de la dichosa hora donde el avión despegaría. Pero como reza una máxima paeziana: las cosas tienen movimiento. Y no me refiero a las casqueadas rueditas de las valijas, sino a momentos que parecen tiempo muerto y de un instante a otro se transforman en noches imborrables. Las cervecitas de Montevideo tienen ese “que se yo, viste” diría El Polaco de Saavedra.

Luego de andar como judíos en el desierto durante toda la tarde, nos decidimos a quedarnos en un bar donde la música era amable y los precios relativamente accesibles. Al rato dos pibes nos preguntan si pueden apoyar sus cervezas en nuestra mesa. Obviamente accedimos y sin darnos cuenta empezamos a charlar. Cuando les contamos que somos de La Boca se les abrieron los ojos como niños en Navidad. “En Argentina nosotros somos de Boca” nos dijeron. Para sumar una rareza a la noche ellos no eran ni de Peñarol ni de Nacional; encontrar dos montevideanos y que ninguno sea de los equipos denominados grandes es una anomalía. Nicolás era hincha de Danubio; Gonzalo, más conocido como El Focu, de Villa Española. “¡El equipo de Canario Luna!” le grite casi tirando la mesa.

Un par de cervezas más tarde no pude con mi genio y le dije a Nicolás, el que más simpatizaba por Boca, que le iba a regalar la camiseta que tenía en la valija. “¿De verdad? Si me bancan voy hasta mi casa y les traigo una de Danubio”. Le dije que no hacía falta pero en realidad me encantaba la idea de cambiar camisetas. Finalmente Nicolás fue hasta su casa. Media hora más tarde volvía con la camiseta de Danubio y una más: la de Villa Española. Como el cambio no me parecía justo, además de la de Boca, una réplica de la usada por Batistuta en el 92 con FIAT como spónsor, les di la azul de Diego contra los ingleses. “Nunca pensé que me iba a poner una camiseta de Argentina, pero esta es especial” dijo Nicolás poniéndose la de Diego.

“¿Saben quién es el mozo?” dijo El Focu. Yo esperaba que hablara de alguna vieja gloria murguera o un ex jugador poco conocido. El mozo era un mulato enorme que debería andar arriba de los cien kilos. “No” contestamos al unísono. “El papá de Nico De La Cruz”. En el momento no lo creímos. Qué iba a hacer el hijo de un futbolista de River trabajando un barsucho de la ciudad vieja de Montevideo. Pero un rato más tarde, fue el propio mulato el que se acercó, se sentó a nuestro lado como quien va a contar una buena historia y después de preguntarnos de donde éramos dijo, casi con timidez: “mi hijo juega en River”.

Los Galleguayos

No fue aquella noche la primera vez que escuché nombrar al cuadro Villa Española. Hacía tiempo que veníamos escuchando al Canario Luna. Él tiene una de las canciones más lindas para un club: Al Villa con amor. No es la única canción que grabó Washington Luna para un club, pero los hinchas del Villa se enorgullecen al recordar que es la única de las canciones a equipos por la que no cobró nada.

Y cómo les iba a cobrar si decir Washington Luna es casi como decir Villa Española. El Canario se crio en los arrabales de aquel barrio alejado del centro. El barrio de los españoles que escapando de la guerra civil habían llegado a Montevideo a fines de la década del 30. Y si digo que decir Canario Luna y decir Villa Española es lo mismo, no es porque suene bonito, sino porque los dos nacieron prácticamente al mismo tiempo.

Cuando El Canario tenía solo dos años un grupo de emigrantes españoles se juntó con unos criollos uruguayos y formaron un club de boxeo en un galponcito del barrio Villa Española.

En los primeros años de la década del 40 el club de boxeo empieza a dedicarse también al fútbol, pero con el nombre de Central. Cuenta Horacio, hincha y habitante de Villa Española “Los mismos que en la semana entrenaban o pasaban veladas pugílisticas, iban a ver al club de fútbol. El problema es que durante el fútbol reaccionaban como boxeadores o hinchas del boxeo. Entonces cada cosa que a ellos les parecía que no coincidía con lo que ellos habían visto, terminaban en invasiones e incidentes.” El por aquel entonces llamado Central participaba en la categoría extra, algo así como la cuarta división. Luego de varios altercados durante los partidos Central es expulsado del campeonato.

Villa Española es y era un barrio de los márgenes de Montevideo. La hinchada de aquel primer equipo, según Horacio, actuaba como “digna representante de ese barrio marginal”. Al año siguiente de ser expulsados vuelven con el nombre de Habana, por una calle paralela a donde hoy en día está la Sede del club. Poco duró la picardía de aquellos primeros fundadores, a los dos o tres partidos de local volvieron las invasiones ante los fallos arbitrales adversos. Y con las invasiones volvió la expulsión del campeonato. Otra vez sin competencia.

FUNSA es una fábrica de neumáticos fundada en la década de 1930, sus siglas significan Fábrica Uruguaya de Neumáticos Sociedad Anónima. La fábrica empleaba a más de tres mil personas, lo que generó que en las inmediaciones del Villa se llenara de fondas y bodegones. Mucha de la gente que trabajaba en la semana se fue encariñando con el club. En la semana a la fábrica y los domingos a ver al Villa.

Villa Española: La puerta del Puerto Rico

Yendo para el norte por la Avenida 18 de Julio ésta se pasa a llamar 8 de Octubre. Volvamos a 1940 a transitar esas calles. 8 de Octubre era el viejo camino real allá por los tiempos de la colonia. Pero en la década del 40 del siglo pasado, siguiendo por la avenida, se llegaba a un enorme descampado poblado de eucaliptus: el campo español. Este era el lugar en el que los domingos los españoles, principalmente gallegos, iban a descansar, armar grandes comilonas y celebrar sus fiestas. Por esos años esas tierras son fraccionadas y el barrio pasa a llamarse oficialmente Villa Española.

Ya en la década del 50 en Montevideo se decreta la veda de la carne. Es decir que en los límites de la ciudad había una suerte de aduana que no permitía el ingreso de carne vacuna. La población solo podía comer carne de oveja congelada. Como sucede con toda prohibición, automáticamente se generó un gran mercado negro. Este era abastecido por unos galpones de chapa poco higiénicos emplazados en el antiguo campo español.

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En este mercado negro nació la mafia de los matarifes. El comercio ilegal generaba grandes cantidades dinero en poco tiempo. Y con el mercado negro llegaron los tugurios, las casas de juego y los prostíbulos a la zona de Villa Española y al otro barrio lindero, La Unión. Dos cuadras duraba el llamado Puerto Rico, la zona roja de los márgenes montevideanos. A una cuadra nace Washington Canario Luna. Y crece rodeado de las murgas que se iban mezclando con los cantejondos gallegos; los cabarets ilegales del Puerto Rico; la cancha y el futbol de los domingos en Villa Española.

Representante icónico de aquellos años de boliche, carnaval y bohemia. De codos apoyados en mostradores manchados de cerveza y caña. De amistades de hierro y amor incondicional por el barrio y por los colores del barrio. El Canario llegaría a ser la voz más representativa de los carnavales montevideanos.  

Todo quema en el Puerto Rico. La plata que se va tan rápido como viene en una ruleta improvisada en un sucucho mugriento. Las balas que Los Blanditos y los Rodríguez Varela, dos de las familias que controlaban el mercado negro, se disparaban contra la policía o entre sí. Las chapas recalentadas por el sol del verano montevideano de los rancheríos donde se faenaba la carne prohibida. Hasta la vida quema en esas dos cuadras clandestinas.

En los años de auge del Puerto Rico un morocho de varios oficios empieza a frecuentar los tablados callejeros. A veces lustra botas, otras vendedor de diarios, también supo andar vendiendo numeritos de quiniela por entre los tugurios del bajo fondo. A los trece años subió por primera vez al tablado y no bajó más. Nunca cambió de hábitos, de barrio ni de colores. Canario fue Canario de principio a fin. Se plantó contra la dictadura con Falta y Resto; renegó de las falsedades del carnaval moderno; y siempre se mantuvo al lado del Villa.

Jacinto Obdulio Varela, puro estaño y tambor

El Canario se andaba subiendo a los primeros tablados cuando uno de los próceres de Uruguay colgaba los botines y se mudaba para el que sería su barrio hasta el final. El Negro Jefe nunca se calzó la camiseta de Villa Española pero sí caminó sus calles y fue parte fundamental para el barrio.

Curtidos por la misma tierra y las mismas leyes, Canario y el Negro renegaron toda su vida de la fama. A ninguno le importaba y preferían ser tipos de asado con amigos antes que estrellas lejanas a su pueblo. El Negro, el hombre que lloró junto a los brasileros que acababa de derrotar en el Maracanazo, el que nunca se quiso poner una camiseta con publicidad y el que llevó adelante una huelga de futbolistas que duró siete meses. Como dice otra canción de Canario: “sangre azul que no es burguesa, que es de pueblo y es de ley”. Así era la sangre que corría por las venas de Obdulio.

Los vecinos de Villa Española lo recuerdan como un tipo más. Y cómo no iba a ser un tipo más si cuando sucedió la huelga el hombre se dedicó a la albañilería. Y antes fue cuidacoches, cadete de lavandería y lustrabotas. Obdulio es reconocido y querido, no solo por la hazaña en el Maracaná, sino por nunca haberse alejado de su pueblo y siempre haber defendido a la clase obrera como uno más.

Hoy un paredón en la sede de Avenida de los Corrales a cuatro cuadras de donde vivió y murió, lo recuerda junto a Canario y a Alfredo Evangelista.

Alfredo Evangelista fue un boxeador nacido y forjado en las entrañas de Villa Española que llegó a pelear con Muhamad Alí y a aguantarle quince rounds. Evangelista continúa la estirpe de los ídolos de barrio del Villa. Como Washington y Obdulio, nunca olvidó su tierra y siempre vivió con humildad.

Cultura de barrio

Los años pasan, los clubes y los barrios cambian. Sino que pregunten en La Boca haber qué relación tiene hoy el club que se enorgullecía por sus raíces populares y hoy es uno de los estandartes de la deshumanización del fútbol. Los campeonatos se ganan o se pierden, pero la identidad es innegociable.

Por estos días Villa Española milita en la segunda categoría del ascenso uruguayo y busca desde hace varios años el preciado ascenso. Pero las raíces son las mismas. Su capitán El Bigote López representa como nadie la historia del barrio y su gente.

El Bigote es el nueve y capitán de Villa Española. Hace pocos meses se hizo conocido por la viralización de una cláusula en su contrato donde dice que puede ausentarse por un recital del Indio Solari o una utópica vuelta de Los Redondos. Aunque debería ser más conocido por frases como “El futbolista es un obrero del deporte”. A través de la organización “Más unidos que nunca”, logró sumar el apoyo de Godín y Luís Suárez para defender al fútbol uruguayo y a sus futbolistas de la empresa televizadora, comandada por Paco Casal, algo así como el amo y señor del fútbol uruguayo, y de la poca representación que generaba la Mutual de Futbolistas Uruguayos.

En el año 2012 Bigote López jugaba en Guatemala y era uno de los mejores pagos del plantel. Pero un viaje a Cuba le hizo replantear varias cosas. Fue entonces que decidió volver a su amor: al Villa. Desde entonces es referente del plantel y también de los reclamos de la categoría. Bigote es un bicho raro en el ambiente del fútbol. Pero es un bicho raro con la estampa de Villa Española. Heredero de los valores de Canario Luna, Obdulio Varela y Alfredo Evangelista; de los españoles anarquistas y republicanos que llegaron a fundar el barrio escapando de la muerte franquista; de los obreros de FUNSA que forjaron el barrio y hoy es una fábrica recuperada; de los bombos, los repiques y los chicos que truenan bajo palmas calientes cuando llega el carnaval.

En agosto de este año la embajada de Estados Unidos emitió un informe donde recomendaba a sus ciudadanos no visitar ciertos barrios montevideanos entre los que se incluía Villa Española. El argumento es que Uruguay había pasado del nivel 1 al 2 en materia de seguridad. El club sacó un comunicado donde resaltaban la tasa de homicidios en Estados Unidos y agradecían la mención. “Nosotros vamos a seguir insistiendo con la cultura de barrio, la educación popular, la solidaridad y todos los valores que se alejen de su “vieja cultura frita” del individualismo.” 

Villa Española fue y sigue siendo sinónimo de clase obrera, murga, candombe y fútbol. Siempre a la par de lo popular. Siempre recordando sus raíces y construyendo con amor. Es muy fácil ponerse la camiseta del Saint Pauli por su tradición popular y comunista. Pero acá cerquita hay otro club de barrio y humilde que levanta esas banderas, pero que en vez de hablar en alemán es tan rioplatense como el tango, la murga o el fóbal mismo.

Fuente: Lástima a nadie, maestro. Original aquí.

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