Parte de ese aire de aislamiento social preventivo y optativo aparece en “Fetch the Bolt Cutters”, con los ladridos de su perra como sonido ambiente. Sobre un fraseo dylaniano, Apple propone firmar un armisticio sólo porque sabe que ir al frente de batalla es un gasto innecesario, envuelta en un hermetismo suave que aprieta pero no ahorca.
Ciudad de México, 19 de abril (MaremotoM).- En 2019, Fiona Apple pareció haber tenido una epifanía. Conocida por su aversión a la exposición pública, durante una entrevista con Vulture la cantautora aseguró que estaba trabajando en nuevas canciones, aunque admitió: “me preocupa mucho cómo va a ser cuando tenga que efectivamente sacar un disco y salir al mundo”. Siete meses después, Apple tiene entre manos su quinto álbum de estudio, el primero en ocho años, y también el primero en ser publicado en un contexto en el que esa posibilidad de “salir” no es una opción válida. Y, casi como una premonición, esas canciones parecen hablar de y haber sido creadas desde el confinamiento como espacio necesario para sobrellevar tiempos tormentosos.
De manera intermitente entre 2015 y 2019, Apple registró las canciones de Fetch the Bolt Cutters en un estudio montado en su casa en Los Ángeles y las 13 que lo integran dan cuenta de ese encierro autoinfligido. Apenas acompañada por un baterista, un guitarrista y un contrabajista, la autora de “Criminal” convirtió a cualquier elemento hogareño en instrumento percusivo y, por decantación, a sus tres músicos en percusionistas. Aun cuando su piano busca el protagonismo, las canciones están ya no sostenidas desde el ritmo sino leídas a través de él como parte de un proceso creativo infinito sin deadlines a la vista para tratar parte de sus miedos y sus dificultades para vincularse con otras mujeres.

“Esperé muchos años / Cada pista que dejé sobre la pista me guió hasta acá / Pero el año próximo quedará claro / Que esto sólo me estaba guiando hacia eso”, suelta Fiona Apple en “I “Want You to Love Me”, una canción luminosa que se mueve entre nube grises, a medida que su objeto afectivo se hace desear cada vez más y ella muerde las palabras para mascullar su bronca. Esa incontinencia emotiva es la misma que guía a “Shameika”, en la que una batería que parece trastabillar obliga al piano a subir y bajar de manera vertiginosa, hasta guiar a una coda en la que el repiqueteo en los parches es el único complemento a su voz en una historia de una amiga que alentó su potencial creativo para luego desaparecer sin dejar rastros.
Parte de ese aire de aislamiento social preventivo y optativo aparece en “Fetch the Bolt Cutters”, con los ladridos de su perra como sonido ambiente. Sobre un fraseo dylaniano, Apple propone firmar un armisticio sólo porque sabe que ir al frente de batalla es un gasto innecesario, envuelta en un hermetismo suave que aprieta pero no ahorca. En “Under the Table”, en cambio, lidera un jazz que suena como tocado en una cerrajería sólo para advertir que quedarse en el molde no es lo suyo (“Podés patearme por debajo de la mesa todo lo que quieras, pero no me voy a callar”). “Relay”, con sus aires chamánicos y de ritual pagano, va todavía más allá y dispara a mansalva contra la felicidad ajena en redes sociales, aun siendo una persona adicta a ellas (“Me molesta que se tengan el uno al otro / Me molesta que no seas tan alta / Me molesta que presentes tu vida como un puto folleto publicitario”).
Pero Fetch The Bolt Cutters es a su modo también un lugar desde donde edificar su empoderamiento. En “Rack of His” le pasa factura a un narcisista aferrado a sus posesiones que despreció las terrenalidades que ella tenía para ofrecer. Sin más recursos que percusión y voz, la sofocante “Newspaper” supone el diálogo con otra mujer con la que la une un vínculo con una persona tóxica que intentó separarlas (“Yo también solía querer que se sintiera orgulloso de mí / Y luego solo quería que él hiciera las paces / Me pregunto qué mentiras te está diciendo sobre mí / Para asegurarse de que nunca seamos amigas”), y en “Ladies” le da forma a una canción de cabaret de posguerra para imaginar una alianza femenina silenciosa y carente de rencores entre sus integrantes (“Nadie puede reemplazar a nadie / Sería una lástima convertirlo en una competencia”). “Heavy Balloon”, en cambio, parece el minuto a minuto de los altibajos de una persona que tuvo que luchar con los demonios internos que conlleva librar una batalla contra una adicción.
A medida que el disco corre, las emociones toman más relieve con una serie mínima de recursos. “Cosmonauts” ofrece una postal de dos amantes perdidos en el espacio “excepto que con mucha más gravedad que cuando despegamos”, una noción que lleva de la tristeza a la ira, y de ahí al susurro. Y como en un juego de diferencias, “For Her” y “On I Go” condensan dos caras posibles de una misma soledad. Sin más recursos que múltiples capas de su propia voz, en la primera, Fiona Apple juega con métricas y ritmos para una pastoral infinitamente armónica. La segunda brilla por oposición, una disonancia calculada. “En mi camino, ni hacia adelante ni lejos / Hasta era todo día a día y después el próximo / Hasta ahora, con prisa para demostrar / Pero ahora, sólo me muevo para moverme” repite, como para dejar asentado de que, más allá de que todo el mundo ahora está en esa misma sintonía, ella ya lo estaba desde antes.
Fuente: Silencio / Original aquí.