Morrissey

RESEÑA | I Am Not a Dog on a Chain, de Morrissey

Su voz, además, continúa siendo un imán, tan única como su ADN. Y mientras se debate entre la misantropía y su propia necesidad de los demás, quizás al menos este disco le alcance como para no expulsar a más personas que lo valoran.

Ciudad de México, 28 de marzo (MaremotoM).- “Quizá seré despellejado vivo / por Canada Goose a causa de mis puntos de vista”, canta Morrissey cerca del final de la canción que le da nombre a su nuevo álbum, I Am Not a Dog on a Chain, después de volver a poner al día al oyente de su lugar de “librepensador” sin otra opción que alzar su voz en un mundo de ovejas arrastradas en masa por los medios: “Busca lo que no se te muestra / y entonces encontrarás la verdad / De un modo civilizado y cuidadoso / Ellos van a esculpir tu mirada”.

Rock and roll, ¿no? El tipo se planta frente a la sociedad, como lo hizo desde que apareció con The Smiths, y le dice unas cuantas “verdades” en la cara, a ver si al menos logra despertar a algunos. Lancashire, tenemos un problema… Que sus “puntos de vista” sean a menudo brulotes que ya traspasaron la raya del racismo y que apoye a un partido de extrema derecha lo ha dejado, sí, cada vez más solo. Pero también ha contribuido a eso que en sus últimos discos él mismo se haya alejado, subido a un púlpito desde el que se dedicó más a bajar línea que a componer buenas canciones.

Si en el pasado Morrissey atraía a los desplazados por una sociedad represiva y los hacía sentir acompañados, con el transcurso del tiempo (y los discos) su ego se convirtió en manía. “Uno es compañía, dos son multitud”, canta ahora, alto en la torre, desde donde los demás (sobre todo si son musulmanes) representan un peligro para su bien ganada soledad. Y mientras muchos de esos desplazados siguen dando batalla, ya no son las canciones del ex The Smiths las que los alientan en la lucha.

I Am Not a Dog on a Chain está atravesado por esa (al menos) dudosa postura de “librepensador”, puesta de modo explícito en la canción del título y en “What Kind of People Live in These Houses?” . La diferencia con los flojísimos World Peace Is None of Your Business y Low in High School es que, al menos, esta vez Morrissey se puso las pilas para hacer canciones. De la mano del veterano productor Joe Chiccarelli, Moz encuentra un nuevo medioambiente, con más recursos de la electrónica que nunca en su carrera, aunque sin alejarse del todo de sus raíces.

Te puede interesar:  La Feria del Libro de Guadalajara, un éxito rotundo, en un homenaje a su fundador
Morrissey
De la mano del veterano productor Joe Chiccarelli, Moz encuentra un nuevo medioambiente, con más recursos de la electrónica que nunca en su carrera, aunque sin alejarse del todo de sus raíces. Foto: Cortesía

Eso se pone de manifiesto apenas arranca “Jim Jim Falls”, donde una modulación de frecuencias le hace lugar a una batería, guitarras y teclados, entre la épica y el viaje astral. Y si allí el problema es una relación fallida, en “Love Is on It’s Way Out” es el amor en sí el que desaparece en medio de los males del mundo (hasta que, bueno, pide una vez más que lo amen por más que sea “el equivocado”). “Bobby, Don’t You Think They Know?” es un hit hecho y derecho, con la participación de la estrella soul Thelma Houston, y en “Knockabout World” Morrissey encuentra a alguien con empatizar: una persona que sobrevivió a todo lo que el mundo le tiró por la cabeza.

Entre falsas trompetitas mexicanas y voces femeninas que doblan a Morrissey, “Darling, I Hug a Pillow” se convierte en una canción más en la que lamenta la falta de amor físico, mientras que en “Once I Saw the River Clean” mira hacia su pasado (y en particular a su abuela) desde la metáfora ecológica y un sonido que está más cerca de Depeche Mode que de The Smiths. “The Truth about Ruth” arranca con piano y voz, a los que se suman luego mandolina, flauta y un sample operístico, para develar la historia de una transgénero: “Todos hacemos lo que podemos / para llevarnos bien”.

Morrissey
Su voz, además, continúa siendo un imán, tan única como su ADN. Foto: Facebook

“The Secret of Music” es un experimento interesante: Morrissey describe sin apuro distintos efectos de la música mientras esta muta todo el tiempo, sólo atada al suelo por una batería tribal. Y en el final, “My Hurling Days Are Done” obra como la reflexión del Moz acerca del paso del tiempo y su propia mortalidad, pero sin el tono grave de una “Rock and Roll Suicide” de Bowie sino más bien con aceptación ante lo inevitable.

Es en puntos como esos, en que la carne y la sangre bajan a Moz de su pedestal y lo mezclan con el resto, cuando sus canciones vuelven a ganar empatía (incluso si no se está de acuerdo con el mensaje que transmiten). Su voz, además, continúa siendo un imán, tan única como su ADN. Y mientras se debate entre la misantropía y su propia necesidad de los demás, quizás al menos este disco le alcance como para no expulsar a más personas que lo valoran.

Fuente: Silencio. Original aquí.

Comments are closed.