Juan Pablo describe con ironía la comunicación de mensajería instantánea, el bombardeo de notificaciones a través de grupos, el desdibujamiento de la privacidad, los memes, y los nuevos códigos de comunicación que se construyen cuando alguien te envía emojis o te deja en visto.
Ciudad de México, 9 de abril (MaremotoM).- La semana pasada “se nos fue la luz” en casa. Ya se sabe que sin electricidad no se puede hacer casi nada: la bomba del agua, el internet, recargar dispositivos digitales en donde reproducir música, el microondas, todo funciona con electricidad. La modernidad nos redujo a ser tecnodependientes. Queda dormir temprano y aprovechar la luz del día para todo lo que no ocupe la red eléctrica, invento de apenas ayer, del siglo XIX.
Había decidido descansar de la cada vez más intensa revisión de trabajos y tareas de las/os estudiantes, así que sin los beneficios de la red eléctrica recurrí a la tecnología de la lectura y me terminé de un tirón El pueblo del espíritu, la reciente novela de Juan Pablo Villalobos, que forma parte de las contadas cosas buenas que ha traído el 2020.

La primera novela que leí de Villalobos me resultó tan divertida y original, que esta última se prometía. Poniéndolas en balance me sigue gustando mucho más la primera, que tiene además el ingenioso título de No voy a pedirle a nadie que me crea. Es una novela con un humor negro que se pitorrea de lo trágico del narco, la violencia, el lavado de dinero, la vida de los estudiantes extranjeros en España, de lo provinciano, de los estudios de género. Humor cáustico y necesario pues.
El humor sigue presente en La invasión del pueblo del espíritu, pero es ligeramente diferente. Se trata de una entretenida novela sobre la amistad masculina, la que establece Gastón y Max, dos migrantes latinoamericanos a España, la novela tiene el tino de no mencionar explícitamente sus países de origen, y reducirlos a grupos humanos, nombrados claramente con sarcasmo como costapacifiqueños, nororientales, lejanorientales, conosureños, próximo orientales, etc.
Es una novela que pone en el centro a las relaciones de amistad, incluidas las que establecemos con los animales domesticados, el apego, la soledad, el fracaso y el autoexilio. Menciono que es una novela que a la postre reflexiona sobre la amistad masculina entre dos hombres heterosexuales, porque al final del día la orientación sexual sí importa en el modo en que los hombre construyen su masculinidad y por lo tanto las relaciones que establecen con los otros cercanos ya sea por región cultural, por rasgos en común o con los otros diferentes extranjeros, homosexuales, por citar solo algunos ejemplos de categorías binarias de sobra reductivas para entender la complejidad humana.
La amistad de Gastón y Max en esta novela se construye sobre la base de comportamientos silenciosos, que apelan a sobre entenderse y al final no lo son del todo, pero que trata de apoyarse sobre la base de un entendimiento común masculino, que genera ciertos códigos implícitos. Podríamos dejar de hablar de si importan o no la orientación sexual en un amistad de hombres, de si pasa a un segundo grado, de si es un tema sobadísimo pero al final importa, pues en ambos tipos de amistad se manifiestan formas de relacionarse, ejercicios de pose, por tanto de masculinidad.
En El lobo, el bosque y el hombre nuevo, de Senel Paz (Cuba, 1991) la relación de amistad entre David (un artista homosexual) y David un joven comunista se torna complicada, dialéctica, vamos a decir si por esto señalamos el proceso por el que David atraviesa para comprender a su “otro radical” (una categoría de la antropología), es un proceso que va del rechazo, pasando por una curiosidad casi taxonómica por conocer a otro, el paternalismo de quien se percibe no desviado o enfermo, a la comprensión y el afecto.

En La invasión del pueblo del espíritu nada de eso sucede, la relación de amistad se da por hecho en dos hombres heterosexuales. Gastón es un solitario soltero que heredó una fortuna y gracias a la cual puede vivir holgadamente en una península, que se infiere es ibérica y en una región hispánica. Su amistad –nos dice Villalobos- “está hecha de sobre entendidos, de eufemismos, de burlas hirientes, de gestos repetidos miles de veces, de todo eso te los mantenía a salvo de tener que hablar en serio”. Y solo tras treinta años de amistad se conmueven ambos hasta las lágrimas. Yo le llamo a ese proceso relaciones de masculinidad, por tanto de género, lo que se permiten dos hombres, sean cuales fuesen sus deseos propios, al entablar una amistad.
La amistad y compañía que Gastón establece con su perro llamado Gato no es un tema menor en la construcción de la masculinidad de este personaje principal, pues al narrarlo como lo hace Villalobos, infiere que es la única relación que ha podido/querido conservar Gastón en su solitaria vida. No sabemos nada más de él, más que el sentido que le otorga el apoyar a su amigo Max y al hijo de Max llamado Pol, a quien también ve como un hijo, puesto que le ha visto crecer.
Gastón parece vivir bien con su soledad elegida, no molesta en a desmentir si es “homosexual” pues no le afecta. Así sucede cuando un cliente suyo le pregunta por su vida privada y al aclarar que no está casado, ni tiene hijos (dos rubros heteronormativos de la masculinidad), su cliente se ve obligado a disculparse y a añadir: “que no tiene nada de qué avergonzarse, que no habría esperado algo así de un agricultor, que antes esas eran cosas de peluqueros, de gente de teatro, de modistas…”
La invasión de pueblo del espíritu coloca como central el cuestionamiento a la xenofobia, al odio contra los extranjeros no “occidentales” y recurre a una subtrama divertidísima encarnada en Pol, un biólogo que trabaja en un mega proyecto donde poderosos capitalistas han invertido millones en una investigación sobre vida extraterrestre.
Pienso que sería un éxito rotundo si el querido monero Trino adaptara a novela gráfica la del tapatío Juan Pablo Villalobos, pues con las crónicas marcianas del cartonista habría al menos ya material para plantear parte de la trama que discurre en las páginas de La invasión del pueblo del espíritu: la posibilidad de vida de otros planetas en nuestro globo terráqueo. Pol está convencido de la panspermia esa teoría que afirma que la vida creada en el plante tierra venía del exterior en el meteorito que dio origen a la vida, por tanto venimos de vida extra terrestre.
Es ese miedo a lo foráneo lo que hace delirar a los personajes, no solo a Pol, que férreamente está convencido de ello, sino a un grupo que articula para formar la Sociedad de Amigos de los Visitantes del Espacio. Y curiosamente es ese cuestionamiento a quienes no le creen lo que le permite poner en entredicho el miedo al extranjero, al otro lejano-radical, que es la cuna de la violencia y exterminio al otro, pues a lo mejor resulta más fácil creer en los extraterrestres que en la posibilidad de entendimiento entre nosotros.
Por último y no menos marginal, otro rasgo más que se asoma en la novela de Villalobos, es la comunicación digital. Cada vez es más frecuente como en la literatura aparecen redes socio digitales, la narrativa no prescinde de ellas, pero ese es otro tema que pienso tratar otro día que se vaya la luz o voluntariamente decida apagar todo dispositivo de comunicación digital.
Juan Pablo describe con ironía la comunicación de mensajería instantánea, el bombardeo de notificaciones a través de grupos, el desdibujamiento de la privacidad, los memes, y los nuevos códigos de comunicación que se construyen cuando alguien te envía emojis o te deja en visto.
Y por supuesto, esta mediación digital está relacionada con la inferencia del otro, con las relaciones de amistad que se forman mediadas por la comunicación. Qué buena mediación esta novela de Villalobos para repensar la amistad, al otro/a, la exobiología (la UNAM ofrece estudios de biología extraterrestre), la relatividad de todo cuando se pone en la dimensión del universo.