Ciudad de México, 2 de junio (MaremotoM).- La primera vez que escuché hablar en vivo al poeta chileno Raúl Zurita, esto fue lo que dijo: “ Cuando un poeta escribe, escribe con todos los poetas”. Era 2005, sin altisonancia desplumaba la multicitada ansiedad de las influencias de Harold Bloom. Zurita, como latinoamericano neobarroco de la segunda mitad del siglo XX y aun poeta vaticinante en parte del XXI, defendía que el poeta cuando está a punto de verterse en el abismo del verso, de lo blanco o de lo negro, de una sola palabra o de la cesura, ancha o estrecha, lo hace con todos los poetas de su tradición, pero además, dijo entonces, en ello iban, los muertos y los vivos, un poco los amigos y un mucho los enemigos.
Antonio Calera-Grobet nos regala la oportunidad de su leerle, de su asediarnos con la sed, de su importunarnos con los recordatorios de un animal en extinción: la jaguar-el poesía/el jaguar-una urgencia.
Sed Jaguar, editado por Bonobos en 2018, pertenece a una camada de libros de un año que amerita desmenuzarse en afinidades temáticas, en búsquedas y rupturas estilísticas, en frondas semánticas y discusiones sobre la curaduría editorial; todo eso válido y puesto en la mesa (o tal vez no puesto lo suficiente entre la crítica de los que debieran refinarse en la crítica de la poesía contemporánea). Yo quisiera traer a la conversación, con quien también ha sido mi editor y quien me ha convidado a la gran fiesta cívica en la que aspiraba a convertirse, (y creo que lo ha logrado), me refiero, al Festival de Poesía por Primavera, repito, quisiera, para celebrar la publicación de Sed Jaguar, 1) preguntarnos junto con José Revueltas, “¿Qué cosa es presentar a un poeta?” y 2) ensayar una respuesta a ese “Tú, ¿a qué has venido?” que nos lanza el autor de este poemario hacia el final de su libro.
En la hermosa colección de Malpaís Editores podemos encontrar esto que José Revueltas descolló para hablar de otro mexicano, Carlos Eduardo Turón:
¿Qué cosa es presentar un poeta? El poeta no es presentable –y creo que hasta ni representable. Eso sí: presentible. Pues la poesía es un presentimiento: la lectura de la poesía, su asunción, es un presentir[…] El poeta es la magia y el milagro, su lector espera en la antesala de los espejos[…] nadie presenta a un poeta: el poeta se dice y se escucha. Él habla y nosotros callamos, reunidos…” (La libertad tiene otro nombre, México, 2018).

De esta cita lo último es lo primero que quiero destacar: estamos reunidos, nos es poca cosa, reunidos en el Faro de Indios Verdes este sábado 1 de junio del 2019, “magia y milagro” en un México impresentable. “Nadie presenta a un poeta. Él habla y nosotros callamos…”Antonio ha escrito: “porque cosas hay ya para cruzar la vida” (p.49), “Repite contigo mismo: a nadie debes. No debes a tus huesos…”(p.39). Porque como decía Revueltas: el poeta no es presentable ni siquiera representable, sin embargo, presentible, “pues–de acuerdo con él– la poesía es un presentimiento”; por eso aquí jaguar es escritura que se anhela, acecho de poesía, urgencia de que no la exterminemos; pero no sólo es animal, instinto…, también es sed humana, consciencia del bien y el porvenir, sed de hacer, de cultura y resistencia; “rumbos[…] destinos: pienso, luego resisto”dice Calera (p.95), más que un abanderarse, un empecinamiento sin falsa modestia al que nos conmina.
Si al responder “¿Qué cosa es presentar a un poeta?” fracaso, ¡Cómo intento responderle a Calera cuando increpa “¿A qué has venido?” Voy a más libros, a las lecturas que me acompañan mientras leo los poemas de Antonio en días de Canícula y Contingencia: “Estos días hace tanto calor, no hay manera de encontrar un lugar fresco; bebo y bebo el agua hervida, me he terminado nuestro jarrón pero no he satisfecho mi sed. Quizás por eso me ha salido ese largo discurso sobre la sed–relata en su correspondencia M.O. Gershenzón al poeta Ivánov, año 1921; “No nos hemos pasado, amigo mío, exponiéndonos cada uno a su manera: yo, con mi misticismo, usted con el utopismo anárquico y el nihilismo cultural…” Leo su conversación epistolar de esquina a esquina, en un mismo sanatorio. Sigo esta lectura de crítico y poeta que discuten, argumentan; mientras también sigo en diálogo con la escritura de mi editor y colega. (Correspondencia desde dos rincones de la habitación, M.O. Gershenzón/V.I. Ivánov. Tr. Yulia Dobrovrolskaya Pesina. Jus, México, 2018).
Sed jaguar transita formalmente y estilísticamente por la prosa, y aunque en el epígrafe implora, se infiere, al cantar de gesta guerrera, el libro es un lamento, y a veces más una increpación caótica, injuriosa, enumerativa, dura y no necesariamente melódica, donde emisor y receptor tienen fronteras difusas, intercambiables como el destinatario que puede ser un tú, usted, un él o nombre propio específico. Esto es así y tiene que ser así por la rabia que el poeta siente ante el inminente lugar que ha tomado la poesía “brilla por su ausencia” (p.21), la amistad, el hacer y el pacer en su contexto doméstico, báquico o político. “…Huyendo–dice el autor de Sed Jaguar- es como cierro la boca y guardo silencio”(p.73), “hiere la muerte no mía”, “hechos de agua e insípidos mendrugos”, “este Valle no es nuestro…, menos es nuestro”, dice el poeta o tal vez el jaguar cansado de ser, cansado de sed.
La lectura que Demián Flores hizo de los retablos que Antonio Calera surcó en sus tallas de poesía-prosa me parecen un deleite, un poco macabro y un mucho fascinante, el artista gráfico oaxaqueño ilustra ahí donde el poeta hiende con la palabra. Así como no imaginamos los artilugios del mago de los párrafos y lo que resulta de ese discurso entre artistas, “No importa quién haya escrito las líneas de nuestras manos sino quién las haya puesto sobre el fuego…”(p.98) porque tantas muertes sobrevienen antes de la partida final que tal vez sea preferible el fuego de la herida de lo que hizo arder el punto ciego de un destino necio o malhadado para por fin cambiar el rumbo que acecha lo jaguar.
La voz de Sed, en un entorno de jungla entronizadamente viril no da tumbos, deja la marca de un guarecerse anticipado más que el de una amenaza predadora: “Perder la escritura es perder el libro[…] No pierda su amor por la sangre…, no se convierta en un hombre de piedra” (p. 62), clama el yo de la jungla donde hay tanto de “orificio en la médula del error”, de “cabezas que huyen y se alejan del cemento”.
El personaje que nos guía por este libro, aunque consciente de sus garras también lo está de las manchas de su pelaje, manchas de jaguar, manchas como cometas oscuras en un pelo incendiado y por eso el felino dice de las caudas y meteoritos un invocar así:“Porque pocas cosas hay ya para cruzar la vida…, las grafías en paredes traen cometa[…] es decir estela, como decir rauda coda, cauda de fuerza… rellenos de energía…lumbre…hermosear la luz que nos recuerda lo que clamamos en todas las páginas… todas las plazas…”(p.51).
Antonio Calera-Grobet escritor, editor, promotor cultural, poeta, chef, discutidor, y muchas veces, en todos estos roles: escucha: oidor de las iteraciones; oidor en un “humo mayúsculo” que nos sofoca. Como él lo ha despellejado en su poemario, felino al fin, apuesta por una vida posible, vida no la manirrota, vida que cree como el ruso que le escribiera a otro hace casi un siglo:
“… que en la cultura existe un movimiento que nos lleva hacia los orígenes de la vida. La época del gran regreso, alegre y comprensor, está por venir […]brotarán los manantiales y crecerán rosales en los grises sepulcros.” (Gershenzón, Ob. Cit.)
Aunque tantos se han ido de la lengua y han perdido la cabeza e insistirán en el error sin autocrítica, “dizque magos elocuentes…” nos ha dicho el poeta; yo, en esta “línea divisoria entre unos y ceros [y] la katana que recorta los cielos rojos y los cinturones de humo” estoy entre amigos y entre hermanas, y tengo mi sed jaguar para saber pacer y, pese a todo optimismo trágico cada vez más crónico, riego sepulcros grises deseando que el rosal florezca.