Buenos Aires, 17 de septiembre (MaremotoM).- Si en aquella vilipendiada Star Wars: Episodio I Yoda le advirtió al pequeño Anakin Skywalker que el miedo es el camino al lado oscuro, es porque el miedo equivale al impulso ciego, al peor costado de la animalidad, a ese que lleva a cometer actos reprochables sin que medie la reflexión. Desde ese punto de partida, Fear Inoculum, el título del primer disco de Tool en 13 años, parece hecho a medida para esta época. Es una especie de juego de palabras que funciona en dos sentidos: evoca el acto de inocular el miedo como una inyección tóxica, y lo coloca in-oculum, dentro de cada ojo, filtrando la mirada.
Así, en momentos en los que Donald Trump criminaliza a los ciudadanos de todo un país sólo por osar cruzar una frontera, mientras balsas con refugiados se hunden en el Mediterráneo sin encontrar un puerto amigo, Maynard James Keenan canta en “Pneuma” que “nacemos de una misma respiración, una palabra / somos todos una chispa volviéndose sol”.
En ese mismo sentido, otro de los hilos que recorre al álbum de Tool -también relacionado con temáticas actuales y urgentes- es cierta necesidad de volver la atención hacia la naturaleza. ¿Acaso no es un ritmo casi tribal el de los tambores de Danny Carey en “Invincible”, donde la letra vuelve a dar en la tecla al hablar de un “guerrero luchando para continuar siendo relevante”? El canto de pájaro que se disuelve en distorsiones electrónicas en la coda final, “Mockingbeat”, bien podría ser una advertencia para una humanidad que se lleva al planeta por delante.
Al igual que otra pieza artística reciente, Érase una vez en Hollywood, de Quentin Tarantino, Fear Inoculum está a su manera diseñado para dividir opiniones. Ambas creaciones nacen de la misma raíz: mentes que llevan varias décadas en el negocio del arte, de estreno tras un largo tiempo de inactividad, con esa clase de prestigio que los hace sentirse libres para hacer lo que les plazca.
“Cuando tienes éxito crees que tienes razón en todo y te sientes muy seguro como individuo”, sentenció Keenan en una entrevista reciente en el podcast del cómico Joe Rogan. Y esa actitud es la base para pararse frente a las expectativas de los fans, obviamente desmedidas luego de la espera de 13 años que Tool impuso desde su álbum anterior, 10.000 Days.
¿Cómo se las desafía? Pues jamás intentando enfrentarlas cara a cara sino más bien rodeándolas. Tool hace que “7empest”, la canción del disco que más se apega a su fórmula probada de golpe eléctrico y contundente, sea también la más larga con 15 minutos. Y en momentos en que el formato del single es el rey de la industria musical, la banda quizá decepciona al que busca la retribución adrenalínica instantánea que tenían sus primeros trabajos: el álbum está diseñado para el ritual inmersivo y la dedicación completa. Es sobre todo un mantra dirigido al mundo interior.
Esta dirección es especialmente notable en “Descending”, donde las notas de la guitarra de Adam Jones caen como pequeñas gotas, bordando con paciencia, mientras Justin Chancellor diseña líneas de bajo que le brindan a la melodía de voz un anclaje profundo. Keenan aquí alcanza el pináculo de la que parece ser su misión para todo el álbum: traer a Tool esa dulzura dramática que años atrás reservaba para su principal proyecto paralelo, A Perfect Circle.
Tal vocación parecería destinada a complacer a una audiencia selecta, pero las predicciones de ventas de varios medios (Forbes a la cabeza) estimaban que en su primera semana Fear Inoculum podría sobrepasar a Lover, la novedad de la reina dorada del pop Taylor Swift, para sentarse en el tope de la lista Billboard 200. ¿Está el mercado de la música más necesitado de piezas complejas de lo que se piensa? ¿O la jugada de generar 13 años de expectativa termina siendo un cálculo redituable y no una casualidad? No hay respuestas fáciles. A Tool siempre le gustó el misterio. Y está bien.
ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR MAREMOTOM CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE SILENCIO. Ver ORIGINAL aquí. Prohibida su reproducción.