La escritora presenta Alquimia de los planetas, obra plástica de Philip Hughes con la colaboración de Amy Petra Woodward y sus poemas.
Ciudad de México, 15 de enero (MaremotoM).- Carmen Boullosa es poeta. También es novelista. Discute mucho el tema de los géneros, porque este es el momento para mandar a los géneros a paseo. Aunque siempre la novela se sirvió de la poesía y esta del cuento, es ahora cuando el texto fragmentario, la relación entre los géneros, está más unida que nunca. Siempre me propongo no preguntar sobre el tema, porque parece ser que es por los periodistas que siempre terminamos hablando de los géneros. ¿Será así?
Ahora, Carmen Boullosa presenta Alquimia de los planetas, obra plástica de Philip Hughes con la colaboración de Amy Petra Woodward y sus poemas.
La muestra se inaugura el sábado 18 de enero a las 12:00 horas en la Galería 526, Seminario de Cultura Mexicana, Masaryk 526, Polanco.
Carmen Boullosa (Ciudad de México, 1954) es escritora. Ha recibido los premios Casa de América de Poesía Americana y el de Novela Café Gijón de Madrid, el Xavier Villaurrutia de México, el Liberaturpreis y el Anna Seghers en Alemania, el Rosalía de Castro del PEN de Galicia, distinciones del Senado del Estado de Nueva York y de los Consejales de la Ciudad de Nueva York, y el Typographical Era.
Fue becaria de la Fundación Guggenheim, del Cullman Center, de la DAAD, del FONCA, profesora distinguida en las Universidades Georgetown, Columbia y San Diego State, Cátedra Andrés Bello en NYU, Cátedra Reyes en la Sorbonne, profesora visitante en la Universidad Blaise Pascal de Clermont Ferrand. Ha sido profesora en CUNY, en City College y actualmente en Macaulay Honors College.
Sus recientes publicaciones son La aguja en el pajar (poemas, Visor, 2019), La Impropia (poema, Taller Martín Pescador, 2017), Narco Historia, Cómo Estados Unidos y México crearon juntos la guerra “mexicana” contra las drogas, en coautoría con Mike Wallace (ensayo, traducción al español en Taurus), y la novela El libro de Ana (en Siruela y en Penguin-Random Alfaguara en México).
A su vez, Philip Hughes ha creado un total de 32 piezas relacionadas con doce cuerpos celestiales, derivadas de imágenes seleccionadas entre las enviadas por misiones interplanetarias, el telescopio Hubble espacial y la Estación Internacional Espacial, imágenes que proyectan paisajes distantes que han provisto al artista de inspiración para pinturas, pasteles y collages digitales.
Él y Carmen Boullosa han colaborado previamente en otros dos libros de artista, en los que Philip ilustró poemas de la escritora. En esta ocasión, Boullosa escribió a partir de las imágenes de Hughes, generando dos respuestas poéticas, una serie de poemas muy cortos (“pies”) y una serie de otros algo más extensos (“cantos”). Para desarrollar con mayor claridad la asociación entre los nombres de las imágenes de los planetas, asteroides y satélites, Boullosa recurrió a la mitología, particularmente a la Teogonía de Hesíodo, estudiando los rituales asociados a los celebratorios, como descritos en los Himnos Órficos. Psiche Hughes trabajó asociándose íntimamente con los textos para traducirlos con voz propia. En el libro, ambas versiones – la inglesa y la castellana- conviven en una misma página, cara a cara con la correspondiente imagen de Philip.

–¿Qué es esta Alquimia de los planetas? Hay una moda de sacar el poema de los libros…aunque no es nuevo
–Este libro es el tercero que hago con Philip Hughes. El primero lo empezamos a hacer en 1996 y lo presentamos en el Museo Tamayo. El primero y el segundo lo hicimos yo dándole poemas y su compañera de vida, Amy Woodward, los tradujo. Él trabajó sobre los poemas y se acercó plásticamente. En el primero se acercó con mapas de templos antiguos y después hizo litografías. En el segundo trabajó con fotografías de mantarrayas. Él es artista, pero hizo una carrera previa como ingeniero y dejó eso porque quería dedicarse a pintar. En este tercer libro, propuse que partiéramos de las exploraciones más recientes del sistema solar. Philip trabajó con estas fotografías, estudió mucho sobre el tema, se ligó con institutos serios del espacio y realizó estas imágenes formidables. Me mandó esas imágenes a mí y ahí hice el poema. Volteé a ver a los clásicos, los poetas más antiguos, cómo veneraban a los planetas como si fueran dioses. Es lo que hice. Fue un trabajo entre géneros, pero en este caso sí fue para mí un proceso contrario.
–Cuando me hablas del pintor, me lo imagino como alguien muy deseoso de comunicar y comunicarse, ¿verdad?
–Parte de su obra como artista lo que ha hecho es representar paisajes. Partes de la tierra que no ha sido tocada por el hombre ha estado, en la Antártida, en Australia, ha estado en lugares donde las huellas del hombre son antiguas, los busca, los procura y los representa. Esta manera de hacer paisaje es la memoria de lo que no se puede tocar y lo que no puede guardar la memoria humana. Eso es lo que Philip ha hecho como pintor.
–¿Qué te ha llamado la atención de este trabajo?
–Él tiene de poeta la tentación del silencio. Es una tentación de poeta, querer atrapar las cosas que no pueden decirse en palabras. En el caso específico de él, dónde hay un lugar físico, de nuestra galaxia, donde no cabe la palabra.
–Esta muestra que se va a dar en el Seminario de Cultura Mexicana, ¿refleja la comunicación que has tenido con él?
–En un sentido sí, porque es traerlo a México. Él lo expuso en varias galerías, donde está la NASA en Europa, en París, y ahora traerlo acá es un ejercicio de diálogo. Por otra parte, yo empecé a trabajar con su compañera de vida, que era su mujer, y ella murió cuando el libro acababa de aparecer.

–¿Qué dirías de los poemas, son distintos a lo que conocemos de ti?
–Son poemas distintos porque me vi obligada a sintonizar en una canción ajena. Los otros dos libros que hice con él, eran los poemas escritos de acuerdo a mi propia tonada, a mis propias obsesiones. En este me vi expuesta a hablar con él y frente a su obra, a su propia velocidad. Son poemas que de alguna manera reconozco mi voz, pero que al mismo tiempo son muy distantes. Tiene más una cosa de teatro, que de aventura propia, de lo que vengo haciendo escribiendo poemas y novelas.
–Has recibido recientemente un premio como poeta
–En 1978 publiqué mi primera cosa como poeta. Mucho tiempo me vi a mí misma como poeta. Me costó mucho escribir novelas, guardé mi primera novela durante nueves. Que a mis 65 me den un premio de la Casa de Américas, la verdad fue una experiencia preciosa, fue regresarme a mi propio yo.

–Hay muchos novelistas que dicen: me hubiera gustado ser poeta
–Es posible, pero como yo siempre publiqué poemas no tengo esa falta. Es algo muy extraño, cuando empiezo un proyecto, nunca sé de cierto si voy a escribir qué. Lo voy atrapando sin saber qué forma va a tener. A lo largo de todos mis años de escritora siempre he escrito poemas a veces, escribiendo novela a veces, pero escribiendo siempre. Lo extraño es esta división tan categórica de los géneros que hemos ido haciendo. Como si fuésemos criaturas parceladas.
–El tema del poeta y del narrador es lo que hacen los mismos escritores más que los periodistas
–El escritor y el estudioso de la literatura son los que hacen la división. También es un apetito del lector, que siempre quiere saber qué encontrará en las páginas o en la pantalla. Ahora es moda, me encanta que sea moda, que sea moda lo trans. Incluso en los géneros, ser hombre, ser mujer, ser homosexual, tenemos que difuminar esas fronteras para encontrar nuestra identidad. Es una era trans y los géneros artísticos deben también borrar esos límites.