El streaming le da un escenario inmejorable a los psicópatas: ese lucimiento y popularidad que sus delitos necesitan, haciendo por supuesto más irrebatible ese narcisismo de muchos asesinos. También es cierto que el streaming nos da a nosotros, los que protestamos, los que deseamos un castigo para estos psicópatas del mal.
Ciudad de México, 11 de abril (MaremotoM).- Nos encantan los gatos. Cada vez que estamos un poco nerviosos, un poco sacados de sí mismos, nos relajamos con los cientos de vídeos sobre gatos que aparecen en Internet. Las redes sociales, es cierto, a veces dan eso: una gata blanca que corre por el living tratando de abrazarte, el que se sienta en la computadora mientras trabajas, los que cuidan a sus hijos, los que desatan una furia en los perros de la casa: ¿Quién es más inteligente? ¿A ver?
La editorial Planeta acaba de sacar un libro maravilloso, del chileno Alberto Montt, Sólo necesito un gato, donde el ilustrador hace un libro para entender, amar y cuidar a tu gato, “un homenaje a la raza que desde tiempos inmemoriales impulsó la construcción de pirámides, inspiró a dioses, propició memes y acompañó a nuestros solteros y solteras empedernidos hasta el fin de los tiempos”.

Hay otro libro genial que escribe Doris Lessing (1919-2013) que se llama Gatos Ilustres (Lumen) y en el que la autora dice: “Un gato es un auténtico lujo… lo ves caminar por tu habitación y en su andar solitario descubres un leopardo, incluso una pantera. La chispa amarilla de sus ojos te recuerda todo el exotismo escondido en el amigo que tienes al lado, en ese animalito que maúlla de placer cuando lo acaricias”.
Es tan popular el amor por los gatos y por ende por las mascotas en sí (el mismo amor le tenemos a los perros) que concebir a una persona que les haga daño es algo que sale de nuestra cabeza. Sin embargo, hay muchas instituciones destinadas a defender los derechos e incluso la integridad de los animales.
Está desde PETA, que no acepta que llamemos a nuestros animales mascotas y que está en contra de la adopción y de la compra, hasta muchas otras instituciones que operan en las emergencias naturales, que luchan contra las peleas de perros, contra la animosidad con los gatos negros y etcétera etcétera.
También hay una regla cero en las redes sociales: “con los gatos no se jode”. Es una ley no escrita pero que más o menos une a las personas que están en las redes sociales. Sobre esa ley compartida se ha hecho una serie documental en Netflix: A los gatos, ni tocarlos: Un asesino en Internet.
La historia empieza en Las Vegas, donde trabaja una “nerd informática”, como se llama a sí misma, para los casinos y las casas de juegos de allí y que cuando llega a casa, entre otras cosas, comienza a navegar por Internet.
Un día esta mujer descubre a un muchacho cuyas otras señas no se dan que mata a dos gatos cachorros mediante el ahogamiento con una bolsa de nylon. Todo lo muestra en pantalla (hay que hacer en este punto un reconocimiento a Netflix, que pasa parte del asesinato, pero no todo: hay cosas que no tenemos que ver en este mundo).
Los asistentes a la red empiezan un juego del gato y el ratón para descubrir a este psicópata, en una película dirigida por Dimitri Doganis y Adam Hawkins (productores de El impostor, American Animals y Tres idénticos desconocidos), que finalmente –como era de prever- se convertirá en un homicida y torturador de otro ser humano.

Con los gatos no se jode es una ley no escrita, pero a la que el mundo civilizado sigue sin preguntar quién la emitió, quién la declaró.
El streaming le da un escenario inmejorable a los psicópatas: ese lucimiento y popularidad que sus delitos necesitan, haciendo por supuesto más irrebatible ese narcisismo de muchos asesinos. También es cierto que el streaming nos da a nosotros, los que protestamos, los que deseamos un castigo para estos psicópatas del mal.
En el medio, la policía que no cree en los investigadores de Internet y que lamentablemente deja que el asesino de gatos continúe su camino, hasta que lo atrapan, con las manos llenas de sangre.